El irascible canciller transandino Heraldo Muñoz ha optado por callar. Parece que obedece a cierta conminatoria del nuevo agente chileno, ante La Haya, José Miguel Insulza, hábil y versado diplomático.
Éste, como bien sabemos, conoce la realidad del país; la idiosincrasia de los bolivianos; los triunfos y fracasos de la Patria fundada por el Libertador Bolívar; las fortalezas y debilidades de nuestros gobernantes. Además es un meticuloso observador de los procesos políticos de la región y del mundo. De ello proviene su destreza diplomática.
Ahora él está a cargo de contar la verdad acerca de lo ocurrido en 1879. Contar, a la comunidad latinoamericana y del mundo, la más honesta y objetiva versión histórica, sobre la invasión militar anglo – chilena a territorio boliviano, que provocó, por consiguiente, el centenario enclaustramiento.
En este marco, con el propósito de refrescar su ilustre conocimiento, quisiéramos ofrecerle algunos datos, de interés común. Pues el general Augusto Pinochet y el general Hugo Banzer Suárez asumieron el compromiso de solucionar el enclaustramiento boliviano. Este pasaje fue comentado por el propio general Banzer en estos términos: “En Brasilia, y aprovechando también nuestra permanencia en la capital del Brasil, hicimos un contacto, si puede llamarse extraoficial, con el presidente Pinochet. Con el mandatario chileno llegamos a un compromiso inicial de búsqueda de la solución de la mediterraneidad de Bolivia; allí, como hombres, nos comprometimos a hacer todo lo posible por parte de ambos para buscar una solución”, afirmó el dignatario de Estado ante la “Primera Reunión de Coordinación de Embajadores Bolivianos”, de marzo de 1975, cuyas deliberaciones se cumplieron en La Paz, sede de gobierno. He ahí el compromiso sellado a fin de resolver el diferendo que ha conspirado siempre en contra de la paz continental.
E inclusive el presidente chileno habría pretendido tratar el asunto marítimo, en forma secreta, con su homólogo boliviano, pedido que sería rechazado de plano, por éste último. El general Banzer, al respecto, recuerda: “Él deseaba encontrarse conmigo para charlar, repito, en forma secreta, nadie debía saber. Yo no soy partidario de este tipo de encuentros, porque tengo conciencia de mi responsabilidad y eludí dicho encuentro. Pero cuando el Presidente Pinochet oficialmente me invitó para encontrarnos en Charaña y, públicamente a través de nuestra Representación Consular en Santiago. Ese hecho ya no lo podía eludir”.
El general Pinochet, uno de los dictadores más duros que se haya visto en los últimos tiempos, pensaba encarar, por lo visto, en medio de una tormenta internacional adversa a su gobierno, la solución al conflicto marítimo, a fin de cerrar las brechas del resentimiento y la desconfianza. Posteriormente, presionado por intereses obscuros, cambió de criterio y se dedicó a sembrar minas.
En suma: la demanda marítima boliviana siempre tuvo resonancia al interior de las fronteras del país vecino.
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