El escritor israelí Amos Oz publica su libro “Judas”, que por el título solo pronostica una serie de afectos y desafectos, aun sin leerlo, hasta terminar sin agravios comparativos con otras posturas sobre este personaje.
Siempre será un interrogante eterno la negativa de los judíos a aceptar a Jesús como el Mesías, anunciado en el Antiguo Testamento, pese a que en los puntos esenciales existía correspondencia perfecta con las expectativas y esperanzas del pueblo judío. ¿Sería la repugnancia de no concebir la idea de un Dios condenado vergonzosamente a ser crucificado o la influencia de una elite judía sumisa a los intereses de los invasores romanos, que se dejaron convencer fácilmente por el peligro para la estabilidad política que representaba Jesús?
Esta polémica eterna de la negación de Jesús establece las dos historias: del judaísmo y la cristiandad y de toda la humanidad. Esta es la base del libro de Oz que establece otra fatigante pregunta sobre la figura de Jesús, vista por los judíos en el transcurso de la historia y cuyo postulado es “si los judíos hubiesen aceptado a Jesús, la Historia en su totalidad habría sido totalmente distinta”.
¿Es correcta la tesis de que sin Judas y su traición no habría habido crucifixión y sin ésta no habría habido cristianismo?, el lector podrá esbozar una respuesta indicando que, obviando la crucifixión, siempre hubiera habido cristianismo, pues el advenimiento de Jesús a través de una transubstanciación de Dios a hombre, fundamentaba una monolítica doctrina, inextinguible, como hasta ahora.
El autor de la obra no puede dejar de ser tentado por la especulación de la política y sostiene que no hubo traición de Judas, pues éste era miembro de una casta sacerdotal corrupta que Jesús quería depurar. Es incontrastable la diferencia entre Jesús y Judas, que no tiende puentes de afinidad, al inicio. Sin embargo, puede más la personalidad extraordinaria de Jesús, el amor que irradiaba a su alrededor, su sencillez y humildad, que transformó a Judas en el más devoto e incondicional discípulo de Jesús. Aun así, quiso convencer y mostrar al mundo su grandeza conduciéndole a la muerte, porque estaba convencido de que Jesús descendería de la cruz ante toda Jerusalén y el mundo entero de ese tiempo, demostrando así que era el verdadero Hijo de Dios.
¿Cómo se podría concebir en términos sencillos el suicidio de Judas?, la pregunta es del columnista y el autor del libro da la respuesta: por la decepción de no haberse producido el descenso de la cruz, como reacción esperada y su deseo de acompañar a Jesús en la muerte. Esta tesis se contrapone a la que asume la historia identificando a Judas “como el paladín de la traición, además de la repulsiva representación paradigmática de los judíos de todos los lugares y de todos los tiempos”, que es cita del autor del libro que se recensiona.
El autor coge fundamentalmente la idea de la traición y su profunda incidencia en todos los actos humanos y la traslada a la política para situar al protagonista de la obra actuando en la evolución de la traición sionista, el ser partidario del constante enfrentamiento con los árabes, su negación a la creación del Estado Israelí, pero es un idealista propulsor de la convivencia pacífica entre árabes y judíos en un mismo territorio; contrario a Ben Gurion que lo define como un ebrio de nacionalismo que conducía al pueblo israelita a una guerra sangrienta. El protagonista, por ello, quedaría identificado para siempre con la traición.
Por decantación surge la encarnación de las dos tendencias de los judíos de Israel: los que piensan imposible la convivencia con los árabes y los que han apoyado al Estado de Israel, manteniendo los ideales del pacifismo y convivencia; ésta última es la posición del autor y de otros intelectuales israelíes.
Como corolario de esta gran novela, el autor reivindica la figura de Judas denotando que “a lo largo de la historia han aparecido hombres valientes que se adelantaron a su tiempo y por eso los llamaron traidores”.
El autor es Abogado Corporativo, postgrado en Arbitraje y Conciliación, Catedrático.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |