Compartiendo diálogos conmigo mismo
Gloria al verso en la tierra para deleite del alma.
Haya paz en cada ser, ¡no envenenemos al Niño!
Un Niño nos ha nacido para sentir a Dios cerca.
Olvidemos los llantos, ¡sonriamos con ese Niño!
Su presencia nos realza y su inocencia nos alza.
De Dios la gloria, ¡glorifiquémonos con el Niño!
¿Qué es la luz, sino la candidez de una mirada?
Recojámonos a orar, ¡convivamos con el Niño!
Dejemos al Niño que nos interrogue cada día.
Si nuestro corazón se inquieta, es que vivimos.
Yacentes con la vida, pero adyacentes a Dios.
Sus mimos nos redimen tanto que nos resucitan.
Pedimos sus caricias, nuestro pan de cada día.
Ofrecemos nuestro gozo, el de nacer al asombro.
Mis ojos han visto al Niño y, ese Niño, soy yo.
¡Degustemos las lágrimas que son de dicha!
Que los pastores abriguen el Niño que nos nace.
Que los ángeles amparen ese Niño que somos.
Que los espíritus celestes nos cautiven de Dios.
Ayúdanos, Jesús de todos, a conocernos mejor.
Fraternízanos como hijos de un mismo Padre.
Descúbrenos el camino, descríbenos la ruta.
Que un horizonte sin Dios nos reduce a nada.
Vuelve a nosotros tu bondad, ¡hallemos al Niño!
Víctor Corcoba Herrero
corcoba@telefonica.net
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