“No nos interesa que (otros países del mundo) opinen sobre un asunto (el más que centenario conflicto boliviano-chileno) estrictamente bilateral”, afirmó el canciller transandino Heraldo Muñoz (EL DIARIO, 12/12/2015).
En consecuencia, Chile con esa actitud agresiva ha pretendido minimizar las apreciaciones de la comunidad internacional, que redundaron por una solución dialogada del injusto encierro geográfico boliviano, provocado por la salvaje invasión de 1879.
Con esos términos ofensivos ha rechazado las manifestaciones del multilateralismo, que se ha dado a conocer últimamente, sobre el asunto marítimo, en la búsqueda de una señal que signifique la reposición de la paz, la profundización de la amistad y la oportuna mediación del entendimiento, que permita restañar las heridas del pasado, en la región. Sea, pues, la tendencia a dejar expedita la vía que conduce a una integración plena de los dos países que hoy viven distanciados por la suspicacia e inmersos en la desesperanza más inconcebible.
Chile, en circunstancias que el mundo sigue atentamente el curso que va tomando la demanda marítima boliviana en la Corte Internacional de Justicia con sede en La Haya, ha rechazado y descalificado el multilateralismo y ha preferido priorizar, como en el pasado mediato e inmediato, el bilateralismo, sinónimo de distraccionismo, dilación y falacia. A consecuencia de esta praxis diplomática continuamos sufriendo las frustraciones de no poder retornar, con soberanía, al océano Pacífico. Con el bilateralismo Chile se ha burlado permanentemente de la reivindicación marítima de Bolivia.
En la actualidad Chile carece de hombres públicos de la talla, por decir, del ecuánime y carismático economista Felipe Herrera. Por lo visto, el locuaz canciller Heraldo Muñoz no tiene las cualidades de aquel profesional de prestigio mundial, cuya propensión a solucionar los conflictos internacionales no tenía límites ni fronteras.
“Superar, a la brevedad, nuestras diferencias fronterizas y nuestras querellas provincianas que nos hacen aparecer frente al mundo como un continente (latinoamericano) obsoleto en su concepción histórica”, señaló, en este marco, Felipe Herrera. Véase su libro “Visión de América Latina 1974 – 1984”, 1985, Pehuén, pág. 276.
A esa falencia se debe la torpeza diplomática chilena, que, inclusive, ha determinado excluir a Bolivia de la competencia folclórica del Festival de la Canción de Viña del Mar. Una actitud estrictamente política que ha desvirtuado la difusión e intercambio artístico – cultural en el contexto mundial. Hasta en este aspecto el vecino ha tratado de perjudicarnos. Increíble, pero cierto.
La torpeza, en la hora presente, está representada por el canciller Muñoz, quien varias veces lanzó sandeces en contra de Bolivia.
En suma: el país, por fortuna, cuenta con el acompañamiento de la comunidad internacional, en la demanda marítima que radica en La Haya.
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