Hernán Maldonado
Las horas avanzan raudamente para el tambaleante régimen venezolano y para la oposición. Cada vez está más cerca el 5 de enero. Los opositores están aún ebrios por su apabullante triunfo del 6 de diciembre, cuando por una diferencia de más de 2 millones de votos se apoderaron de la mayoría calificada de la Asamblea Nacional (AN). El chavismo gobernante no admite su derrota. Hasta ahora parece inevitable el choque. Solo una decidida acción internacional podría evitarlo.
Organismos como la OEA, ONU, Mercosur, Unasur, Celac, etc. deberían desde ahora advertir severamente al régimen de Nicolás Maduro y Diosdado Cabello de las consecuencias que enfrentarían si rompen el hilo constitucional, porque están decididos a que no se instale la nueva AN.
Maduro y Cabello maquinan cómo burlar la voluntad popular expresada en las urnas y que representa un retundo revés al chavismo gobernante, el primero de esa magnitud en 16 años de uso y abuso del poder público, cuyas consecuencias catastróficas sufre actualmente el pueblo venezolano con una escasez brutal de alimentos, medicinas, una corrupción galopante y una inseguridad que tiene ya un saldo de un cuarto de millón de asesinados por el hampa en el último decenio y medio.
Los amos del poder, en la madrugada del 7 de diciembre, reconocieron su derrota, pero inmediatamente la descalificaron y ahora acusan a la oposición de haber hecho trampa, cuando la verdad es que desde el poder político controlan el Tribunal Electoral, apabullaron a la ciudadanía con un despliegue publicitario colosal y les faltó poco para salir a las calles a repartir lo que queda del deteriorado erario nacional.
Los tramposos ahora crean una inconstitucional Asamblea Comunal, paralela a la AN para tratar de convertir a ésta en un florero chino. Dicha “asamblea” sesionaría en las instalaciones del actual parlamento. Cabello, como presidente de la ya caduca AN, convoca a sesiones extraordinarias porque quiere nombrar 13 magistrados del Tribunal Supremo, sin que hayan renunciado los jueces que terminan sus periodos el 2016.
Maduro desde cualquier micrófono amenaza con no acatar las leyes que apruebe la nueva Asamblea Nacional y sigue llamando a su tarifados a volcarse a las calles para impedir que los nuevos legisladores investiguen los desfalcos millonarios, interpelen a los ministros y ordenen se investiguen las cuantiosas fortunas de jerarcas chavistas en bancos de Estados Unidos, España, Andorra, Panamá y las islitas del Caribe.
El gobernador de Aragua, Tarek El Aissami, ex ministro del Interior, va más lejos. Ha convocado a los chavistas recalcitrantes a tomar las calles adyacentes a la Asamblea Nacional e impedir el 5 de enero que se instale el nuevo parlamento.
El clima se enrarece todos los días y las amas de casa deambulan en busca de los escasos alimentos para almacenarlos porque temen enfrentamientos violentos. Las Fuerzas Armadas garantizaron la corrección de las votaciones del 6D y apoyaron sus resultados, pero es difícil predecir cómo responderán en caso de conmoción civil.
El oficialismo tiene grupos paramilitares y otros comandos cubanos con predisposición de defender al régimen hasta sus últimas consecuencias. (Ocurrió en Granada, 1983), pero también se confía en que pueda aparecer un émulo del ministro Lovera, quien en 1958, en análogas circunstancias, recomendó irse al dictador Marcos Pérez Jiménez. “Vámonos, mi general, porque el pescuezo no retoña”, le habría dicho. Amanecerá y veremos.
El autor es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.
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