Buscando la verdad
Ni el más pesimista de los pesimistas pensó que ocurriera lo que pasó el 2015 con el comercio exterior boliviano, ni el más optimista de los optimistas pudo imaginar que no pasara. Una pena que quienes más cerca estuvieron en su pronóstico fueran los pesimistas, lejísimos de quienes auguraban que éste sería un año sin sobresaltos.
Lo cierto es que el 2015 concluye con el más severo golpe para el sector externo boliviano del que se tenga memoria, con una caída de las exportaciones que superó ya los 3.500 millones de dólares a octubre, bajón que tranquilamente podría llegar a los 4.000 millones hasta fines de año.
Pero hay algo más preocupante aún -el retorno al déficit en la balanza comercial- después de más de una década, superando ya hasta octubre los 400 millones, monto que con toda seguridad crecerá mucho más hasta diciembre. No contar con los sucesivos superávits que vino registrando el país sin parar desde el 2004 mermará las Reservas Internacionales Netas del BCB, lo que sin duda no es un tema menor.
Y si bien la caída de las exportaciones es portentosa -más del 30% en valor y 3% en volumen- producto del agotamiento del superciclo económico de altísimos precios para las materias primas por más de diez años, viendo lo que pasa en el vecindario se podría decir que “la sacamos barata” -aunque- ¡vaya que nos está saliendo caro el ser un país tan dependiente de su sector externo! Y no porque ello sea intrínsecamente malo sino, más bien, porque la caída de las cotizaciones internacionales ha venido a desnudar dos cosas: la extrema vulnerabilidad que supone el hecho que el grueso de la exportación se resuma a muy pocos productos sin valor agregado -gas natural y minerales- y lo terrible de haber dejado de lado la construcción de la competitividad sistémica de nuestro país.
Exportar con altos precios no entraña mayores desafíos, hasta se puede dar el lujo de imponer cupos y restricciones y -pese a ello- crecer. El problema se da cuando las cotizaciones en el mercado mundial caen, entonces se evidencia la incompetitividad de un país -como Bolivia- que estando geográficamente enclaustrado en el centro de Sudamérica detenta sobrecostos que al no ser de ninguna forma atribuibles al sector productivo/exportador privado, deben ser salvados con políticas públicas desde el Estado facilitando antes que perjudicando su loable tarea.
Viendo lo que otros países padecen hoy por sus malas decisiones durante el auge ¡aprendamos de sus errores a fin de no empeorar la situación!
El autor es conomista y Magíster en Comercio Internacional.
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