[Armando Mariaca]

Gobierno y oposición deben tener conciencia de país


En días más, el señor Evo Morales y su partido cumplirán diez años en el gobierno de la República, una década que pudo haber sido muy positiva pero que no se supo aprovechar debidamente por falta de gestión, eficiencia y responsabilidad porque no siempre se ha actuado tomando conciencia de país; pero, los diez años han servido para algunos avances que es justo reconocer: aumento de impuestos y regalías por la producción de gas y petróleo que pagan las compañías extranjeras desde mayo de 2006 en que no hubo nacionalización sino cambio de contratos. Se han construido varios caminos, carreteras y puentes que han integrado más al país. Se instaló tres líneas teleféricas en La Paz y es un gran avance en el desarrollo y modernización que coloca a la ciudad en sitial espectacular. Se ha creado bonos en favor de algunos sectores sociales aunque descuidando a varios. Se promovió la iniciativa privada para crear micro y medianas empresas. Se dictó una nueva ley de inversiones aunque luego de mucho tiempo de espera. Hubo acuerdos con el sector privado con miras a un desarrollo armónico aunque aún no se han dado los pasos que hagan realidad la iniciativa.

Lo más importante: se ha planteado ante el Tribunal de Justicia de La Haya nuestro más que centenario enclaustramiento marítimo y, lo positivo es que ese Tribunal se ha declarado competente para tratar el caso boliviano y, en su caso, emplazar a Chile a negociaciones en pos de solucionar un problema que creó Chile. En general, se puede decir que no hubo avances notables especialmente en el aumento de la producción, la creación de riqueza y empleo y fue una década casi perdida de oportunidades que, como nunca, tenía el país para salir de la pobreza y emprender un desarrollo armónico y sostenido.

Poco o nada se hizo en el campo productivo cuando pudo aprovecharse para encontrar más cuadros de petróleo y gas y no lograr sólo contentos explotando lo que antes de 2006 ya el país tenía explorado y explotado -Margarita, San Alberto y otros–. El sector productivo de minería y materias primas que exportamos tampoco ha tenido la dinámica esperada y que las buenas condiciones financieras hubiesen dado lugar a avances significativos. Las empresas del Estado, especialmente COMIBOL, no han rendido todo lo que debieron. La posible explotación de hierro del Mutún resultó un fiasco con el fracaso de la empresa hindú Jindal que no pudo cumplir con los contratos por carencia de gas. La educación y la salud no tuvieron mayores avances cuando eran rubros importantes que debieron tener prioridad. Se han hecho compras como aviones de lujo, vehículos y otros innecesarios.

Posiblemente lo más grave fue el reinado de odios, rencores y complejos por todo lo que significa el pasado anterior a 2006. Nadie en el gobierno y su partido pudo superar esos sentimientos que, en realidad, han significado perjuicios al pueblo y al propio régimen. El narcotráfico, el contrabando y la corrupción han asumido posiciones notables y crecieron imparablemente y que son, en definitiva, desafíos muy serios para que el gobierno trate de combatir seria, drástica y responsablemente. Enumerar lo malo hecho queda en la conciencia de quienes no han sabido enfrentar los hechos conforme a valores, principios y acatamiento de la Constitución y las leyes.

Pero, al margen de lo bueno, regular o malo que haya hecho el gobierno, es justo reconocer y hasta condenar a la oposición que, en el día a día, vela y lucha por intereses que nunca les genera réditos y, al contrario, los aleja más de la confianza del pueblo. Una oposición que, desunida, inconexa, desarticulada, convenenciera y egoísta, no podrá llegar a nada porque cada uno de sus componentes sólo critica, denosta, actúa destructivamente enrostrando sólo males al gobierno y jamás reconoce lo bueno que se haya hecho; una oposición que no sugiere soluciones para los múltiples problemas y guarda los remedios para “las calendas griegas” que, en el caso de muchos, nunca llegará. Lo único aceptable y plausible de la oposición es que tuvo conductas, pensamientos y sentimientos acordes con todo lo que se hizo ante el Tribunal de La Haya en relación con nuestro problema marítimo.

Ahora, más que nunca, debe llegar el tiempo de tomar conciencia sobre las verdades, realidades, posibilidades y esperanzas para el país; pero, hacerlo conjuntamente, deponiendo odios, complejos, revanchismos y sentimientos que dañan a todos por igual. El gobierno deberá obrar con eficiencia, eficacia, honestidad y responsabilidad. Manejar la economía con austeridad y honradez; reorganizar el servicio diplomático con personas capaces y experimentadas. Evitar las improvisaciones y los interinatos que hasta ahora no han derivado en responsabilidades. Es urgente estudiar y resolver el caso de la administración de justicia que, en Bolivia, es “la peor injusticia”. El Ejecutivo tiene que respetar a los otros poderes del Estado. Dar preferencia a los rubros de salud y educación, bases sustantivas del desarrollo y progreso. Combatir, decidida, enérgica y sin discriminaciones al narcotráfico, al contrabando y a la corrupción, los tres “caballos del Apocalipsis” que tanto daño han inferido al país.

La oposición tendrá que asumir un papel constructivo, leal, responsable partiendo del principio de que sus componentes no son infalibles ni poseedores de todos los conocimientos y soluciones que se requieren; de otro modo, disgregados, inconexos, petulantes y hasta distorsionadores de sus propios principios y valores, no podrán llegar muy lejos en la confianza del pueblo.

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