H. C. F. Mansilla

Los jóvenes autoritarios del Movimiento Tacuara


El poco afecto que, en general, sienten los latinoamericanos por los principios democráticos, los valores liberales y las formas institucionalizadas, puede ser explicado brevemente mediante una anécdota que me ocurrió en 1962. Durante una estadía en Buenos Aires tuve contacto con jóvenes de la alta sociedad porteña, que parecían tener preocupaciones intelectuales. Era un grupo compacto de ocho personas. Todos los integrantes llevaban apellidos muy ilustres, que correspondían a familias presidenciales y a héroes de la independencia. Por todas partes había calles y plazas con los apellidos de los muchachos. Todos eran miembros del Movimiento Tacuara.

Decían profesar una ideología fuertemente nacionalista, antidemocrática y antiliberal. No se identificaban con sus propios antepasados que habían construido la Argentina moderna, liberal y cosmopolita. Despreciaban la cultura europea y sobre todo la francesa. Celebraban en el plano social las manifestaciones de lo fuerte, varonil, joven, nuevo y original. Hacían alarde, por otra parte, de una sospechosa “comprensión” con respecto de la derecha peronista, el fascismo italiano y el nacionalsocialismo alemán. Simultáneamente se identificaban con la joven Revolución Cubana, la industrialización stalinista y el régimen de Nasser en Egipto. Se decían anti-imperialistas y enemigos del capital británico y norteamericano. Aborrecían a Mitre y Sarmiento, y veneraban a los oscuros caudillos provinciales del interior que representaban la tradición autoritaria y populista del Siglo XIX.

En el fondo les gustaba la acción por la acción; sentían una verdadera fascinación por cualquier forma de violencia, que la calificaban de sagrada. Hablaban sin cesar de cuestiones conspirativas, como asaltos a bancos e instituciones del Estado, aunque la impresión que tuve era que no pasaban del nivel verbal. De todas maneras: les gustaba maltratar a niños y ancianos de aspecto humilde, tenían opiniones francamente machistas sobre las mujeres y aprovechaban cualquier ocasión para hacer exhibiciones de virilidad e impetuosidad. Robaban periódicos y objetos pequeños, golpeaban a los perros y rompían vidrieras de tiendas judías.

El Movimiento Tacuara, que se proclamaba como nacionalista y revolucionario, trató luego de desencadenar sin éxito una guerrilla urbana; de él se desprendieron posteriormente los Montoneros peronistas y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) de orientación trotzkista ultra radical. Mis amigos tenían un notable caos mental: en un momento daban la impresión de ser revolucionarios de la extrema izquierda y al siguiente de ser partidarios de la extrema derecha. Después me di cuenta de que ambas posiciones son posibles y hasta usuales en un solo cerebro atolondrado y que esto está muy expandido en todo el Tercer Mundo, sobre todo allí donde florece una tradición autoritaria. En años posteriores me habitué a izquierdistas que afirmaban que Hitler había sido el brillante constructor de una Alemania próspera y a derechistas que sostenían que Stalin había conseguido una exitosa industrialización masiva y el rango de gran potencia para la Unión Soviética. Lo que los muchachos de Buenos Aires (y no sólo ellos) odiaban, eran los procesos institucionalizados, los organismos de la democracia moderna, el espíritu crítico y científico y la modernidad en general. Estaban fascinados por la acción directa y por las armas. Un día uno de los muchachos trajo un estuche de lujo con unas pistolas antiguas, y los varones del grupo se dedicaron durante una hora a lustrar, acariciar, admirar y besar las armas. Creo que ningún cuerpo femenino podía concitar tanto cariño.

Esta mentalidad es la que está fuertemente arraigada en América Latina. Numerosos grupos sociales, incluyendo los sectores juveniles, se muestran todavía proclives al consenso compulsivo, al verticalismo en las relaciones cotidianas y a una colectividad de estructuras rígidas y piramidales. Aunque esta tendencia está disminuyendo gracias a la educación moderna, aún es muy vigorosa la negativa a reconocer la dignidad superior del individuo y el valor primordial de la libertad humana, lo que lleva al desprecio de los modelos democráticos y al ensalzamiento concomitante de sistemas autoritarios.

TITULARES

 
Revistas

Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender
la libertad y la justicia.
Reinició sus ediciones el primero de septiembre de 1971.

EL DIARIO
Decano de la Prensa Nacional
Miembro de la Sociedad Interamericana de Prensa y la Asociación Nacional de Prensa.

Dirección:

Antonio Carrasco Guzmán
Presidente del Consejo de Administración

Jorge Carrasco Guzmán
Gerente General

Rodrigo Ticona Espinoza
Jefe de Redacción

"La prensa hace luz en las tinieblas
y todo cuanto existe de progreso en el mundo
se debe a su inagotable labor"...

JOSÉ CARRASCO


Publicidad
Portada de HOY

JPG (840 Kb)      |       PDF (310 Kb)



Caricatura


Sociales

"FURIA CREATIVA DE BEETHOVEN"

La Orquesta Sinfónica Nacional bajo la dirección del director invitado Mauricio Otazo.

SAVE THE CHILDREN CUMPLIÓ 30 AÑOS

El equipo de Save the Children.

Diseñadores del Boulevard Carnaval

El joven diseñador Armando Saldías.