Gabriel Arrese Leza
En el futuro las guerras no se librarán por el petróleo, sino por algo mucho más básico y necesario para la vida: el agua. Mientras que en 2000 el 5% de la población mundial recibía en alguna medida el servicio de agua a través de empresas privadas, hasta hace cuatro años estos datos se han elevado hasta el 14%, cerca de 962 millones de personas. Las grandes corporaciones avanzan así hacia el hidrocolonialismo.
Sólo en un año 53 millones de personas pasaron a depender de empresas privadas para el consumo diario de agua, según datos del último Libro del Agua de Pinsents Masons. Esta evolución se ha acelerado en los países emergentes debido a las políticas del Banco Mundial, quien ofrece líneas de crédito a países del sur a cambio de que privaticen total o de manera parcial la gestión del agua.
Cerca de 800 millones de personas no tienen acceso a agua potable. Este problema, unido a que para el 2050 seremos 9.000 millones de personas, se erige como posible causa de que se hayan triplicado los datos de privatización de los recursos en los últimos 50 años, según el Informe sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos en el Mundo. Publicado por Naciones Unidas, el estudio estima que en treinta años habrá 2.000 millones de personas sin acceso a agua potable.
No olvidemos que el cambio climático favorecerá la escasez del agua. Se incrementará la falta de agua en el centro y sur de Europa ya que el número de habitantes afectados en esta zona pasará de 28 a 44 millones hacia el año 2070. Además, el agua es una pieza clave en la geopolítica mundial ya que existen 276 ríos transfronterizos en el mundo.
Los dos gigantes empresariales en la privatización del agua son franceses. Se trata de Suez Environnement, que sirve a más de 117 millones de personas, y Veolia Environnement que cuenta con más de 131 millones de clientes.
Controlar el agua supone manejar una de las sustancias esenciales para los seres humanos. De ella dependen prácticas tan necesarias y básicas como la alimentación, la energía o la industria. “El agua ha sido un recurso público, bajo dominio público, durante más de 2.000 años. Cedérselo a entidades privadas es peligroso y moralmente equivocado”, señala el abogado especializado en agua James Olson.
Para evitarlo, Maude Barlow y Tony Clarke proponen en su libro ‘Oro azul’ medidas como promover las contribuciones que garanticen un mínimo vital de agua gratuita, nombrar consejos de administración de alcance local o luchar por la promulgación de una legislación nacional que proteja el agua. La privatización de un recurso natural y tan necesario como es el agua refleja la imagen de unas grandes corporaciones insaciables que buscan el control de cualquier recurso del que se pueda sacar beneficio.
El autor es periodista.
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