Con más dudas que certezas empezó el 2016, pues la política y la economía no inspiran mayores seguridades en el país. La convocatoria al referéndum de 21 de febrero se ha convertido en un acertijo, lo que implícitamente afecta a la estabilidad del régimen vigente. De su parte, la economía nacional se halla fuertemente impactada por la crisis internacional del petróleo, la cual se refleja en Bolivia con la caída del 38% del ingreso en valor que generaban las exportaciones de gas natural a Brasil y Argentina, según estimaciones del IBCE (Instituto Boliviano de Comercio Exterior).
De no estar pendiente el resultado de la mencionada consulta, en estos momentos el gobierno de Evo Morales estaría mucho más sólido para cumplir su mandato hasta el 2019, de acuerdo con el resultado de las elecciones generales de octubre de 2014. Por tanto, se hallaría mejor garantizada la estabilidad política nacional. En cambio, el referéndum abre interrogantes y cuando éstas se hallan todavía sin respuestas, inevitablemente tienden a crear incertidumbre.
Cualquiera que sea el pronunciamiento ciudadano que se deposite en las urnas, tendrá repercusiones políticas. En caso de que sea favorable para que Morales vaya a otra reelección, se fortalecerá el autoritarismo del que se halla actualmente investido, con todas las secuelas que entraña su ejercicio en los ámbitos generales del país.
De producirse un resultado adverso, sin duda que debilitará al régimen, por lo que tendría que ser más cauto en su conducción de los intereses patrios. Es decir, equilibrar sus posturas respecto a las objeciones que se le formulan desde la oposición y principalmente por el sentir de la opinión pública.
De todo lo anterior queda en claro que está en juego lo que emerja del referéndum, por lo que habrá que esperar su puesta en ejecución. Mientras tanto, queda en suspenso la posibilidad de diseñar las proyecciones del presente año, por lo menos en lo que se refiere a la política, las que forzosamente se reflejan también en la economía.
Sería conveniente, al mismo tiempo, que la oposición política proporcione pautas más clara sobre su accionar en la gestión que se inicia. Hasta ahora, no demostró ser un factor influyente en la conducción de los intereses nacionales, por falta de planteamientos específicos sobre lo que corresponde aplicar en la administración del Estado. Ello influye, al mismo tiempo, en una mejor orientación acerca de los comportamientos que deben tener los bolivianos frente a los problemas nacionales e internacionales. Éstos últimos tienen sus impactos en las perspectivas interna, en especial en lo que concierne al área económica, como sucede concretamente con los precios de las materias primas en los mercados externos.
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