Hasta la década de 1980 la gran mayoría de operaciones mineras en Bolivia fue de vetas, además de algunas operaciones aluviales auríferas y estañíferas. Las vetas fueron disminuyendo en mineralización y en ancho; en 1950 prácticamente desaparecieron las vetas ricas y potentes que dieron a Bolivia fama de país minero. En 1984 empezó Inti Raymi la primera operación en gran escala a cielo abierto y luego San Cristóbal en 2007.
La mecanización de la explotación de vetas angostas aún en minas subterráneas grandes y medianas es difícil y no se automatizan los ingenios de concentración, de modo que la productividad minera y la recuperación metalúrgica son muy bajas comparadas con otras operaciones del exterior. En la minería chica la mecanización es insuficiente y en la minería cooperativa los métodos son poco mecanizados o artesanales. En el país las minas con tecnología adecuada no llegan a 20 desde el siglo pasado.
Este panorama tornó a la minería boliviana en poco competitiva en costos y a su economía en altamente dependiente de los precios de los metales, a diferencia de otros países que explotan por lo general yacimientos masivos, utilizando tecnología de punta y consiguiendo alta productividad y elevada recuperación metalúrgica (se comercializa solo el mineral recuperado).
Los bajos precios de metales y el agotamiento de los viejos yacimientos provocaron el cierre de las minas Pulacayo (1959, zinc, plata), Kami (1962, wolfram) y Bolsa Negra (1963, wolfram), cuyos ex trabajadores formaron cooperativas. La minería y la economía boliviana basada en la explotación del estaño sufrieron un duro revés con el derrumbe de su precio en octubre de 1985. Se cerró la mayoría de las minas estañíferas y se creó más cooperativas, cuyo número de miembros subió astronómicamente, ya que se despidió en total a unos 30.000 trabajadores. La minería había perdido su relevancia económica, por lo que en 1993 el presidente Gonzalo Sánchez de Lozada disminuyó el nivel del Ministerio de Minería y Metalurgia a viceministerio, nivel que fue restituido por el presidente Carlos Mesa en 2005.
Con altibajos y con el incremento de la producción de polimetálicos (plata, zinc y plomo) y oro y con el estaño con importancia secundaria, continuó la minería boliviana, hasta los primeros años de este siglo, en que la bajada de precios de varios metales ocasionó otra crisis profunda que parecía insalvable, al extremo que el Estado tuvo que subvencionar la producción de estaño y zinc de las cooperativas y la minería chica.
Como por arte de magia a partir de 2005 la crisis fue transformada en una bonanza histórica sin precedentes, por la desmesurada elevación de los precios de metales ocasionada por la insaciable industria china, cuya economía crecía anualmente por encima del 10%. Esto hizo que pequeñas minas cerradas, las vetas pobres (para precios bajos) trabajadas por los cooperativistas en las minas de Comibol y los innumerables aluviones y terrazas de oro puedan ser trabajados en forma rentable.
Todos los sectores mineros lograron grandes utilidades y aumentó notablemente la recaudación de tributos mineros (regalías e impuestos). Por primera vez desde su fundación COMIBOL dispuso de enormes recursos provenientes de sus contratos con empresas privadas y de la operación de la mina Huanuni. Las utilidades de los cooperativistas se manifestaron, entre otros, en la adquisición de costosos vehículos de lujo (Hummer) que posteriormente serían vendidos a bajo precio.
Se desperdició la mejor y única oportunidad que tuvo el país desde la década de 1950, para realizar labores de exploración, necesidad no satisfecha desde muchas décadas atrás. Las cooperativas que alegaban que por los bajos precios no podían realizar trabajos de exploración, tampoco lo hicieron con los precios altos. COMIBOL destinó muy poco dinero para ello. La inversión privada, la única que hizo posible poner en marcha minas nuevas, no se atrevió a invertir en el país debido a la inseguridad jurídica y al pesado sistema tributario minero, impuesto en 2007 en la coyuntura de precios altos, que inconcebiblemente todavía se mantiene.
La desaceleración de la industria china y el exceso de oferta de varios minerales, por la puesta en marcha de nuevas operaciones acicateadas por los altos precios, hicieron que éstos bajaran a partir de fines de 2014 y se intensificaran en 2015 provocando una crisis de consecuencias imprevisibles. Con los precios actuales operan a pérdida las principales operaciones: San Cristóbal, Manquiri, Sinchi Wayra (Bolívar y Porco) y Huanuni, que pueden cerrar en cualquier momento de continuar los precios bajos. Por otra parte miles de cooperativistas ya han dejado sus parajes de trabajo.
Debido a la insuficiente exploración que no permitió poner en marcha nuevas minas (que son excepcionales en Bolivia y usuales en otros países) y al agotamiento paulatino de nuestras extraordinarias minas centenarias, cada crisis tiene peores consecuencias que la anterior, por lo que urge atraer inversión extranjera. Para el efecto desarrollé algunas sugerencias en el artículo “Ideas sobre la crisis minera” (EL DIARIO 3/12/15).
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