Hernán Maldonado
En Bolivia “no va a pasar lo que ha ocurrido en Argentina y Venezuela”, afirmó Evo Morales ante sus huestes cocaleras, que quieren que su caudillo se eternice en la presidencia. Morales podría estar contando los pollitos antes de nacer.
Mauricio Macri desalojó de la Casa Rosada a Cristina Kirchner, mientras en Venezuela la oposición por primera vez en 17 años ganó abrumadoramente las elecciones para renovar el parlamento unicameral: 112 contra 55 oficialistas.
Ambos resultados fueron inesperados para Morales, quien no ocultó su profunda preocupación. Sobre todo le duele el revés en Venezuela porque podría empezar a hacer aguas el gobierno “en las sombras” que maneja los hilos de la política boliviana con el concurso del G2 cubano.
En Cochabamba, donde los asesores venezolanos del gobierno sentaron sus reales, han empezado a empacar. En la plaza principal (reconstruyéndose), han desaparecido las hordas de agitadores chavistas. Sobre la acera oeste apenas se ve a uno de ellos vendiendo las bondades de la “revolución bolivariana”.
El éxodo parece importante, porque cerró sus puertas hasta un restaurante que en los años recientes se dedicaba a la venta de las populares arepas de harina de maíz.
“Maduro y yo no hemos quedado solos”, se lamentó Morales, olvidando que le quedan aún los hermanos Castro, aunque éstos ya están entendiéndose con el “odiado” imperio. Por si fuera poco, Morales dijo que Rafael Correa decidió no reelegirse por “motivos de salud”, para ser desmentido en pocas horas desde Quito. Correa le aclaró que prefiere dar paso a nuevos líderes.
Morales se quedó calladito, porque él busca su tercera reelección y convocó a un referendo para el 21 de febrero para modificar la Constitución. El caudillo recorre impertérrito el país promoviendo el SÍ, violando las leyes que le impiden promoverse aprovechando recursos públicos. “Aunque el Tribunal Electoral me sancione, yo sigo”, dice justamente quien debería ser ejemplo de acatamiento a la ley.
Lo ocurrido en Argentina y Venezuela ha puesto a temblar al régimen. Evo cree que el campesinado (él asegura que es un presidente indígena, aunque no habla ninguno de los idiomas nativos) le dará la victoria. Sin embargo la prensa sostiene que el 70 por ciento del electorado está en las ciudades y solo un 30 por ciento en el campo.
La semana pasada, en un arranque raro de sinceridad, dijo que “aunque gané el NO, nosotros ya hemos hecho Historia”, pero al día siguiente subrayó que su meta es que gane el SÍ con el 70 por ciento.
Por razones familiares me movilicé mucho en mi reciente viaje a Bolivia y por todas partes oí que la gente votará por el NO. En un carrito por puesto en Cochabamba, el chofer escuchaba a todo volumen despotricar a Morales contra el presentador de CNN, Fernando del Rincón, por alguna mala interpretación. Uno de los pasajeros gritó: ¡Oiga, maestro. Apague esa m…! Nadie protestó. Así están las cosas. Amanecerá y veremos.
El autor es periodista. Ex UPI, EFE, dpa, CNN, El Nuevo Herald. Por 43 años fue corresponsal de ANF de Bolivia.
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