[Isabel Velasco]

De los coches Victoria al Ford T


Algo que dio realmente ímpetu a la actividad diaria de las épocas de oro de la ciudad de La Paz fue la llegada de los primeros motorizados.

Dadas las características topográficas de la ciudad, el tráfico vehicular se caracterizaba por ser variado y numeroso; coches, carruajes, calesas, mosquitos y tílburis se desplazaban por calles y cuestas.

Los paceños de entonces se transportaban por la ciudad en coches de alquiler llamados “Victorias”, sin excluir a los que conducían carros particulares. Estos coches de ruedas con capota plegable, precursores de los convertibles modernos, llevaban a los pasajeros por el precio de 50 centavos, transportaban uno, dos o todo el coche completo.

En días de sol eran conducidos con capota replegada, así los pasajeros tenían oportunidad de saludar a sus conocidos sacándose el sombrero; las damas tenían vistosas sombrillas y enormes sombreros.

El cochero era llamado “auriga” y portaba un gran látigo en la mano, vestía siempre con elegancia; en la mayoría de las veces usaba un sombrero de “tarro” color negro.

Los coches tenían paradas específicas, reglamentadas por la Honorable Municipalidad, donde se los hallaba estacionados en fila esperando la llegada de los “pasajeros”. La Alameda, la plaza 16 de Julio, hoy plaza Murillo, la plaza de Churubamba también y la más concurrida de todas se encontraba en San Francisco.

Existían también los que eran contratados para viajar a las fincas o haciendas, llamados “diligencias”, que eran coches grandes y resistentes, habilitados para llevar unas 20 personas. Una ruta de las más conocidas era la que conducía al lago Titicaca, hacia Chililaya, Puerto Pérez y Guaqui, donde se hacía conexión con los puertos al mar o sea la primera etapa de un viaje a París, Londres o Madrid.

Los que tenían coches propios los utilizaban mayormente para ir de paseo a sus quintas en Obrajes, San Isidro de Poto Poto y los lejanos Sopocachis; estas familias vivían en los Barrios de Caja del Agua. Según la Monografía Histórica de la Ciudad de La Paz en su cuarto centenario de fundación, eran todas las manzanas comprendidas en el ángulo que forman las calles de Santo Domingo y la Paciencia (actual Ingavi) y la nombrada calle del Rey, cerrando los cerros del Agua de la Vida y del Calvario, los que constituyeron entonces el barrio de la aristocracia paceña,

Cerrada la Alameda por el Gobernador Sánchez Lima a las seis de la tarde, nadie podía ir más allá de esos lares y quienes lo hacían corrían el riesgo de ser detenidos.

En 1909, para conmemorar el Centenario de la Revolución de Julio, con gran alboroto fueron estrenados los “ultramodernos” tranvías. La Paz para entonces había alcanzado el cenit de su progreso.

El primer automóvil que llegó en 1904 fue un Renard de Arturo Posnansky, hombre visionario, científico; su auto con techo descapotable “Overland”.

Para conducirlo Posnansky tenía una indumentaria especial, guardapolvo de kaki, largo hasta las canillas, guantes especiales, un gorro de cuero bien ajustado a la cabeza y unos lentes enormes, con el mismísimo estilo de los que podemos ver en el cine, en las películas antiguas.

Por supuesto que el auto de Posnansky fue la novedad, levantando polvo, con su ruidosa y peculiar bocina bajaba el auto desde Challapampa por la calle del Recreo, hoy la Mariscal Santa Cruz, hasta Miraflores, donde tenía su residencia. Él cruzaba la ciudad saludando a todos sus conocidos y era ayudado por los chicos que empujaban el carro en las calles de subida.

Con el correr de los años la ciudad se fue llenando de automóviles, uno de los más lujosos y modernos que llegó en esa época fue la limusina Cadillac del empresario Jorge Sáenz.

Para esa época también banqueros, industriales y hombres de negocios recibieron automóviles, los cuales llegaban por barco, en un promedio de más o menos un año.

La Paz se llenó de Fords T, Mercury, Studebakers, Nash y muchos otros. Por nuestras calles y avenidas circularon grandes marcas que han desaparecido y aún algunos carros se los conserva en garajes; hay cerros en nuestra ciudad donde existen “cementerios de esas joyas automovilísticas” del antaño paceño.

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