Optimista danza de millones

Como no podía ser de otra manera, en los últimos días del año pasado la población recibió con signos de admiración la oferta presidencial llamada Plan de desarrollo Económico-Social 2016-2020, aunque algunos analistas, tanto económicos como políticos, no dejaron de mostrarse sorprendidos por lo que consideraron una danza de millones pocas veces o nunca conocida en la historia nacional.

El ofrecimiento señala concretamente que la inversión pública sumará en total unos 48.574 millones de dólares que, entre otros, servirán para el sector de hidrocarburos en proporción de 12.681 millones de dólares; para inversión en energía 5.854 millones de dólares; para complejos productivos territoriales 2.286 millones de dólares; en construcción y atención a hospitales 1.700 millones de dólares; en carreteras 11.697 millones de dólares y así sucesivamente en otros proyectos que llegan al total enunciado al empezar este párrafo. Todos esos aspectos determinarán -según el plan- mantener el crecimiento del PIB, reducir la pobreza, ampliar la superficie cultivada a cerca de cinco millones de hectáreas, reducir la mortalidad infantil y otros puntos que, de momento, atraviesan dificultades por la caída de los precios de los productos de exportación.

Si bien el millonario anuncio causó sorpresa o admiración, todos en conjunto se preguntan sobre el origen de los fondos, nada menos que en la cantidad de cerca de ¡50 mil millones de dólares,! para realizar las obras ofrecidas en el plan, danza de millones aún mayor en momentos en que el valor de los ingresos del país está de capa caída, cuando el mismo Primer Mandatario declaró que el país dejará de recibir más de 3 mil millones de dólares, pues la producción interna continúa en bajada y especialmente caen las cotizaciones del petróleo, gas y minerales en general.

Ante la estupefacción de la opinión pública, el Gobierno reaccionó explicando que los recursos para el plan estaban “garantizados” con un crédito chino de 7.400 millones de dólares, préstamos del Banco Interamericano de Desarrollo, el Banco Mundial y algún otro, entidades que garantizarían “la bonanza” empezada en el año 2006, prosperidad desfalleciente por la crisis de precios de las materias primas que, además, no tiene la menor perspectiva de recuperación.

En todo caso, el éxito del plan se vería recortado por el gasto público financiado con la deuda externa, la utilización despiadada de las reservas internacionales, la gestión de créditos de apoyo presupuestarios para financiar el gasto corriente e inclusive para terminar inversiones extranjeras, lo cual permite concluir que el éxito de esta danza de millones y obras faraónicas se basará en el colosal endeudamiento del país que sobrepasó los 15 mil millones de dólares, ya que las inversiones están cada vez más esquivas. Finalmente, solo queda decir que soñar nada cuesta.