Buscando la verdad
Esta columna se llama Buscando la Verdad y he comprobado que a la hora de decir la verdad, hablar resulta menos complicado que escribir, pues -como reza el adagio- las palabras se las lleva el viento, lo que no pasa con lo que se escribe, siendo que, como bien fue dicho: lo escrito, escrito está.
Ha transcurrido otro año más -uno menos de vida, por cierto- y al empezar el 2016 quise hacer algo distinto con mi columna, algo que de verdad apacigua el alma: pedir perdón. Si el perdonar no es fácil, mucho menos el pedir perdón, sabiendo especialmente que habrá quien no lo querrá perdonar a uno. Pero, hoy voy a pedir perdón, a todo mundo.
En primer lugar, pido perdón a Dios por si en el año transcurrido me hubiera envanecido. Sé que toda buena acción mía es atribuible a Él y aunque así siempre lo he manifestado, le pido perdón si en mi corazón existió el deseo de atribuirme la gloria y la honra que solo a Él le pertenecen.
Pido perdón también a mis padres, porque -a pesar del mayor tiempo que les pude dedicar el año pasado- nunca será lo suficiente como para poder compensar el tiempo que ellos invirtieron en mí. Perdón a mi familia -aquí sí debo pedir mucho perdón- a mi esposa, mi compañera amada, depositaria de mis alegrías y frustraciones, y de mis angustias también; y sobre todo a mis hijos, por tanto tiempo no pasado juntos por causa de mis obligaciones.
Perdón a los directivos de la institución que me permite trabajar para engrandecer a mi Patria, si en algún momento no hubiese cumplido a cabalidad con la expectativa creada, nunca fue por falta de esfuerzo o ganas. Perdón, a las autoridades de “Casa de Oración”, por no ser tal vez el mejor ejemplo a seguir y no hacer cuántas veces lo que esperaban de mí… Dios sabe por qué.
Pido perdón a cada Hermano en la fe al que pude haber fallado -nunca premeditadamente, pues no está en mí el hacer esto- reconociendo que por el celo de Dios, pude herir muchas veces. Igualmente, pido perdón a mis amigos -a los que lo son y de quienes creo serlo- al no poder disfrutar de ese recurso tan escaso llamado tiempo para poder compartirlo.
Y, por qué no, perdón a todo a quien mi crítica le pareció dura -así fuera por su propio bien- incluyendo a nuestros gobernantes: sepan que los podré criticar, pero alzar mi mano en su contra, jamás. “Sé el primero en pedir disculpas, y serás valiente; en perdonar, y serás fuerte; en olvidar, y serás feliz”, leí por ahí. Hoy hago eso, les pido perdón de todo corazón si les fallé u ofendí… ¿me perdonan?
El autor es Economista y Magíster en Comercio Internacional.
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