La caída de precios del petróleo, minerales y materias primas en el mercado internacional, era lógico que afecte a la economía de los países y, mucho más, a las de los pobres y subdesarrollados como el nuestro. Lo que se percibió por las exportaciones hasta hace pocos meses era considerable, especialmente si se comparaba con lo ocurrido hasta hace varios años. Hoy, esos ingresos han bajado sustancialmente.
Entre enero y octubre pasado, la pérdida del valor de las exportaciones fue de 3.580 millones de dólares. Lo más grave es que las importaciones superan a las exportaciones, dando como resultado un déficit comercial muy relevante, hasta fin de 2015.
Este fenómeno implica que es preciso hacer un examen de realidades que no hemos querido vivir cuando había la posibilidad de mayores exportaciones por los precios altos y nosotros descuidamos la producción y, en vez de exportar más, nos hemos contentado con la ilusión de vender mucho gas y minerales y lograr buenos réditos. En caso de haber fortalecido nuestra producción manufacturera y agro industrial y haber exportado más en esos rubros, en este momento contaríamos con reservas importantes que superarían, de lejos, a las que actualmente se tiene, que se verán significativamente disminuidas.
Con la finalidad de contener la caída de los ingresos y mantener el crecimiento en, más o menos, el 5%, el Banco Central anunció dos medidas combinadas: la inyección de liquidez al mercado “en niveles históricamente elevados” y la disminución de las tasas de interés en el sistema financiero. El ente emisor informó también que “no se está devaluando para no generar problemas de inflación, pero se está inyectando liquidez en cantidades no vistas en el pasado”.
Hay que convenir en que el Banco Central, dados los anuncios de una “economía blindada” o, mejor, una economía sólida, siempre da informaciones muy optimistas sobre la situación de la economía nacional, cuando la realidad muestra diversos problemas que es preciso encarar y no radicar las soluciones en préstamos para cubrir las obligaciones e inversiones del Gobierno. En todo caso, lo que correspondería -para paliar siquiera mínimamente la reducción drástica de ingresos por exportaciones- es conducirse con criterios de ahorro, previsión, prudencia y sensatez; en otras palabras, adquirir una disciplina que ayude a fortalecer políticas de austeridad porque lo que se hace hasta ahora, conforme a las experiencias últimas, es gastar más de lo debido, incrementar la burocracia y no pensar en las consecuencias.
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