La partida de nuestro piadoso y humilde Cardenal, cabeza de la misión pastoral en Bolivia (aunque indómito y bravío en el momento de acusar la injusticia, en defensa de pobres y desamparados), nos une hoy en un frente, no solo en la oración sino, principalmente, en el recuerdo de su lenguaje sencillo, en temas como igualdad de género, aborto, desigualdad social, homosexualidad, desnutrición, etc., considerados tabúes por la élite eclesiástica, pero que hoy son debatidos abiertamente por el Papa Francisco a través de sínodos y otras reformas a la Curia Romana.
Hoy es un imparcial y exitoso “mediador mundial”, en un ámbito diferente, al alcance de un nuevo impulso para la renovación de la confianza en nuestra Iglesia católica, en una deplorable etapa de impetuosos ataques e incriminaciones en contra de miembros del clero, que derivan hoy en el pedido de perdón del Santo Padre por estos escándalos, remitiendo a los involucrados a la justicia penal y exhortando al mismo tiempo a rezar por ellos.
Pero la Iglesia en su condición de sociedad humana (no divina), como es natural inferir, se encuentra exculpada de la conducta de sus miembros; y pese a todos los obstáculos que se le oponen en estos momentos difíciles, que hoy se revisten de “moderno” y sistemático cariz acusatorio, como siempre los ha de franquear con su invariable entereza. Así han sido superados los momentos difíciles de herejía, persecución, hostilidad, y la indiferencia por cerca de dos mil años de historia, como prueba de que no ha fallado en su misión. Ha sido y es una realidad que, pese al odio y los sismas que la rodean, seguirá creciendo y extendiéndose; nadie lo dude.
No obstante lo anterior, “de bien nacido es ser agradecido” señala una frase popular. El único hecho irrebatible (apartado de los inmutables e inicuos reproches en contra la Institución) es recordar el infatigable trabajo de la Iglesia y su piadosa misión social, junto a sus diferentes congregaciones, por más de un siglo a favor de nuestra comunidad, principalmente como actora inseparable de nuestra propia historia e independencia a partir de su fundación.
Recordemos a las “hijas de Santa Ana” que llegaron a nuestro país (1879) para servir a la comunidad Ignaciana, en su permanente lucha por los derechos y libertades de nativos y originarios; al Buen Pastor (1872); Salesiana de Don Bosco (1891); Redentoristas y Mercedarios (1896); Sagrados corazones (1883), a hogares de acogida como el Hogar San Ramón a la cabeza de su infatigable Hna. Carmen Laguna Esteras y otras religiosas; todos consagrados al servicio y fundación de hospitales, centros de acogida, ancianos desamparados, así como a la meritoria y loable educación media y superior, artes y oficios.
Evoquemos, por último, al Rvdo. Arzobispo brasileño Leonardo Boff, quien en su libro “Iglesia, carisma y poder”, dijo que “el futuro de la Iglesia residirá en ese pequeñísimo germen que es la iglesia nueva nacida de los pueblos pobres y privados de poder… Cuando el mundo entero observa con agrado la “revolución de la misericordia” emprendida por el Papa Francisco, el más abierto, el más amable, el más confiado de todos los cristianos”.
Así, lo que ayer fuera un anhelo, hoy comienza a ser realidad, gracias a la audacia y temeridad del actual Santo Padre en su llamada “revolución de la misericordia”.
Estamos asistiendo, pues, sin lugar a dudas, al nacimiento de una iglesia nueva, pero gestada en el corazón de la vieja, vetusta, pero inseparable Iglesia católica.
El autor es abogado.
Usurpado el 7 de octubre de 1970, por defender EL DIARIO |
Dirección:
Antonio Carrasco Guzmán
Jorge Carrasco Guzmán |
Rodrigo Ticona Espinoza |
"La prensa hace luz en las tinieblas |
Portada de HOY |
Caricatura |