La re-re-re, un freno para el anticolonialismo democrático

Nicómedes Sejas T.

La re-re-re es un término que comprende la reforma constitucional, la precandidatura del binomio oficialista y sus aspiraciones continuistas; la élite partidaria donde se cocinan todas sus decisiones, como sucede en cualquier partido tradicional, no tiene más remedio que arrastrar a sus bases detrás de aquella pretensión, y además obligado a seducir a un soberano cada vez más reticente. Aquel afán continuista, inducido por sus pasados éxitos electorales, se lo intenta justificar con un discurso revolucionario, aunque de hecho es simplemente pragmático y oportunista, como acción política. Este intento de legitimación electoral tiene una atractiva envoltura de ser la garantía para el proceso de cambio (estabilidad, crecimiento, reivindicación marítima, etc.).

La re-re del 2014 ha tenido que sortear el obstáculo de la disposición transitoria II de la Constitución vigente, siguiendo su procedimiento legal previsto, pero con cierto hedor político que su legalización no pudo evitar, ya que la re-reelección no se resolvió lógica ni doctrinalmente, sino por voto mayoritario, tanto en la Asamblea como en el TCP, la mayoría ganó pero no convenció.

La re-re-re al no contar con algún resquicio legal que pueda ser explotado por la maniobra parlamentaria, no tuvo más remedio que empezar con la modificación parcial de la Constitución, en su Art. 168, donde se establece que Presidente y Vicepresidente pueden ser reelectos por una sola vez de manera continua.

La lógica oficialista tiene un sesgo más emotivo y religioso que racional, un deseo con rasgos de fatalismo generalizado en el interior de su partido: el supuesto ahistoricista de que su misión revolucionaria trasciende los intereses particulares de sus principales conductores visibles, Evo Morales y García Linera, con una misión por encima de todas las limitaciones potestativas y temporales consensuadas en la Constitución. Ya que esta visión no reconoce diferencias entre revolución como proceso y como estado, todo parece reducirse a la “revolución permanente”; de modo que la normatividad tiene un valor relativo, sólo determinado por las necesidades de la misma revolución. Esta ideología de poder no pierde tiempo en morosas y complicadas exégesis legales y tampoco puede ser garantía de la ley, aunque sea constitucional. En esta vorágine revolucionaria las leyes se vuelven caducas tan pronto se las aprueba, sin oportunidad para institucionalizarse y sin oportunidad para construir Estado.

Si bien el MAS ha surgido en la confrontación permanente de defensa de los intereses cocaleros contra un Estado que aplicó la interdicción de la coca excedentaria a raja tabla, llegó al Gobierno porque el movimiento indígena y popular no encontró otro medio para liquidar los resabios coloniales en la estructura de poder, los partidos tradicionales y sus líderes. Pero en la medida en que el Gobierno no ha sido capaz de convertir en un programa de gobierno las aspiraciones anticoloniales del movimiento indígena, se ha conformado con sustituir a la élite tradicional en el poder sin posibilidad de llevar a otro estadio las conquistas logradas, que sólo pueden ser conquistas irreversibles cuando éstas se institucionalicen.

La dependencia del MAS de sus dos líderes no solo es su incapacidad de propiciar el surgimiento de nuevos líderes, sino la ruptura con una evolución creativa, capaz de vislumbrar el potencial de la nueva coyuntura, de una oportunidad para la construcción de una sociedad democrática y más incluyente. Identificar el proceso de cambio con dos personas es pura superstición, a lo sumo puede ser producto de aspiraciones emotivas, pero en ningún caso una propuesta razonable, capaz de consolidar el empoderamiento del movimiento indígena en la esfera política. Cuanto más tiempo el MAS pretenda permanecer con sus dos líderes en el poder se acortan las oportunidades para nuevos líderes indígenas de convicción anticolonial y democrática; de modo que éstos tendrán que luchar contra el nuevo conservadurismo representado por los líderes del socialismo comunitario y por los partidos tradicionales.

La re-re-re ha perdido su justificación con el giro liberal de sus recientes iniciativas, claro indicio de que su socialismo es inviable en la práctica, y su discurso revolucionario es ya un lejano eco que resuena lánguidamente frente a los nuevos retos económicos y sociopolíticos, a la espera de nuevos líderes anticoloniales.

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