Punto aparte
Cuando Jorge Bergoglio fue elegido Papa de la Iglesia Católica, en marzo de 2013, la BBC de Londres realizó un sondeo de opinión entre las distintas órdenes religiosas existentes en el mundo para conocer la opinión que les merecía Francisco como el nuevo pontífice de 1.200 millones creyentes. El resultado de la consulta estableció que fue unánime la acogida favorable que les causaba.
Probablemente, el papa Francisco no fue ajeno a esta reacción tan favorable que suscitaba su presencia a la cabeza del Vaticano, porque, a su vez, cuantas veces podía, la conceptuaba como parte de una misma familia.
De ahí que no es de sorprenderse ni de extrañar que en su mensaje de Año Nuevo, dirigido mediante un video por conducto de internet instó a los creyentes del planeta a rezar por un diálogo entre regiones y, más concretamente, “en quienes piensan distinto”, para hacer que los seres humanos contemporáneos coincidan en recorrer los anchos y venturosos caminos de la paz y la justicia.
“La mayor parte de los habitantes del planeta -dijo- se declaran creyentes. Esto debería provocar un diálogo entre las religiones. No debemos dejar de orar por Él y colaborar con quienes piensan distinto”.
En la parte más saliente de su mensaje, Francisco destaca que, pese al “abanico” de creencias que coexisten en el mundo, “todos somos hijos de Dios”. Y agrega: “Muchos piensan distinto, sienten distinto, buscan a Dios o encuentran a Dios de diversa manera. En esta multitud, en este abanico de religiones, hay una sola certeza que tenemos para todo: todos somos hijos de Dios”.
Aparte de lo estrictamente religioso, las incitativas papales deben ser tomadas en cuenta también en la convivencia familiar y social cotidiana. Ello implica que no tiene que haber exclusiones y menos discriminaciones. Todo lo contrario, lo que corresponde es unir, agregar, aumentar y, en caso alguno, disminuir.
La sociedad boliviana a pesar de compartir unánimemente todo lo positivo y negativo que ofrece la vida, en cuanto a comportamientos no siempre existe la identificación necesaria. O, por lo menos, lo que adquiere mayor incidencia es lo adverso.
La invocación del papa Francisco precisamente va en la dirección de evitar que ello sea lo que prevalezca y no el acercamiento, la tolerancia e inclusive el perdón.
Esta conducta se refleja con mayor nitidez en la convivencia política. Tiende a imponerse más la intolerancia y no aceptar la diversidad. Al optarse por esta andadura, lo que prevalece es la polarización, el antagonismo y hasta el odio.
En los últimos 10 años de gobierno de Evo Morales esta ha sido la tónica de la vida nacional. Al estar en los comienzos de un nuevo año, sería muy oportuno que adopte y por sobre todo acepte que cada quien tiene derechos para asumir las opciones que le parezcan más acordes con su sentir y accionar.
Sólo en regímenes totalitarios se pretende la adhesión incondicional, por tanto no correspondería que se hable de respeto a la libertad y la democracia. Se produce una disonancia que desacredita, en vez de atraer y lograr aceptación, o siquiera poner en práctica la tolerancia y el respeto al sentir y accionar de los demás.
En esto consiste precisamente la aceptación de la pluralidad en las sociedades, con mayor razón y fuerza en las contemporáneas, puesto que los desarrollos que han alcanzado es producto de la libertad y la convivencia civilizada.
Consiguientemente, quedaron atrás el atraso y la barbarie.
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