Corrupción, narcotráfico y contrabando destruyen

Al ingresar al nuevo año y con base en las experiencias recogidas en diez años, el Gobierno tiene que tomar muy en serio el accionar del “monstruo de tres cabezas”, como es el mayor trío de males que afectan: la corrupción, el narcotráfico y el contrabando. Tres fenómenos que han causado mucho daño al Estado y al propio Gobierno; esas consecuencias han impedido que el país consiga un desarrollo armónico y sostenido.

La corrupción es un mal que se aferra, seria y contundentemente, a la frase de Napoleón Bonaparte: “No hay hombre que no se venda, sólo hay que saber su precio” y esto es lo que han hecho los corruptores que, con tal de conseguir sus objetivos, no han vacilado en corromper conciencias, destruir valores y principios y atentar seriamente contra el país. La corrupción ha hincado sus garras en mucha gente y ha destruido entidades que podían haber sido instituciones de bien público; ha vulnerado la moral y la dignidad de muchas personas y ha causado daños morales al propio partido de gobierno, hasta comprometiendo la integridad de autoridades que seguramente eran ajenas a esos procedimientos.

El narcotráfico “alargó sus pantalones” hasta situar a nuestro país como “gran productor de drogas” y, en muchos casos, como “puente obligado” para la droga producida en otras naciones. Las drogas cobran anualmente millones de víctimas, destruyen la moral de miles de personas, corrompen a mucha gente que tiene algún poder sea político, económico, social o puede servir para las políticas del “dejar hacer y dejar pasar”, con tal de favorecer al accionar de quienes trafican con droga, en detrimento de la vida de millones de personas. Lo grave, además, es que comprometen seriamente a algunos campesinos que se ven obligados a aceptar las incitativas para cultivar más hojas de coca, que es la materia prima para la fabricación de la pasta base (“crack”) y de la cocaína; esos campesinos, así sea por las ventajas financieras o por ser amenazados, se convierten en aliados involuntarios del gran negocio internacional de las drogas, que es aliado del terrorismo, de las guerras y la división de la humanidad.

El contrabando, la otra cabeza del monstruo que complota contra los intereses del Estado, destruye la moral y los principios de mucha gente, compromete la institucionalidad, complota contra la producción legal de cualquier tipo, deteriora los valores del mercado, anula la acción de las autoridades y consigue grandes ganancias con la internación de mercadería al país y también con la venta en fronteras de productos que son necesarios para la colectividad nacional.

Son, pues, tres delitos que es necesario combatir y destruir; de otro modo, se corre el riesgo de institucionalizarlos en grave perjuicio de la moral, de la ley y de las condiciones de crecimiento del país.