Es necesario reducir el gasto fiscal

Hay que convenir en que las autoridades económicas del Gobierno, no obstante las incitativas de economistas, empresarios, instituciones económicas y medios de comunicación, nunca hicieron caso a la sugerencia de reducir el gasto fiscal y, para la presente gestión, por lo que se sabe del presupuesto para 2016, parece que los gastos del Gobierno seguirán por la senda del dispendio y los excesos.

El Gobierno sabe que no puede vivir el país con los préstamos ni los déficits; tampoco puede vivir con la esperanza de que el precio del petróleo vuelva a los parámetros del año 2013 y, consecuentemente, la crisis económica sea solucionada. Sabe que esta crisis, pese a todas las posiciones optimistas que creen en “economías blindadas” (sin saber lo que ello significa) la crisis continuará y los precios del petróleo (de lo que provienen las cotizaciones del gas), de los minerales y de las materias primas difícilmente tendrán alzas importantes, si es que las hay; por el contrario, debido a la sobreproducción de petróleo y su continua y mayor oferta al mercado mundial, bajarán los precios hasta límites imprevisibles.

Reducir gastos, evitar dispendios inútiles, suprimir viajes innecesarios, anular las compras improductivas, evitar “inversiones” dispendiosas a quienes se comprometen a invertir y no lo hacen (caso del Fondioc) es urgente, no sólo debido a las malas experiencias recogidas con esas malas políticas sino a que se sientan precedentes que resultan funestos para el país. Es preciso, por otra parte, no creer que los apoyos sociales que recibe el partido de gobierno seguirán porque sigan las entregas de dinero cuando se sabe que ello, tarde o temprano, tendrán que concluir.

Es urgente que los préstamos para cubrir los gastos excesivos del gobierno, se los evite, e incluso aquellos que se encuentran en trámite sean pospuestos. Tampoco convendrá la mala medida de emitir “bonos soberanos” por los que hay que pagar altos intereses y comisiones hipotecando seriamente al país, como se lo hizo con los anteriores contratados por el Gobierno en tiempos de auge financiero y cuando no había necesidad de un mayor caudal de dinero.

Elementales sentidos de prudencia, mesura, previsión, cuidado con lo que pertenece al Estado y cuyo administrador es el Gobierno, obligan a la necesidad de no aumentar la deuda externa y menos los déficits fiscales, cargas que, con las que tenemos, ya resultan insoportables para el país. Como medida colateral a todo ello, es urgente que se evite aumentar la burocracia administrativa del Gobierno sabiendo que la existente es excesiva y, además, que con el 25 o 50% de los empleados públicos marcharía en mejores condiciones la administración del Estado.

Finalmente, habrá que suprimir la creación de bonos y dobles percepciones que se carga al empresariado nacional y que encarecen el costo de vida y producen más inflación.