La estabilidad económica del país es asunto que preocupa sobremanera a la ciudadanía y mientras unos aseguran que ella está “blindada” y durará mucho tiempo, otros menos optimistas arguyen que es más frágil que el cristal y se romperá más a corto que a largo plazo. Entre tanto, economistas y analistas de la realidad mundial y nacional exponen criterios que permiten tener cierta seguridad con lo que sucederá con ese concepto tan común y al que acuden los propagandistas del oficialismo.
Al respecto, en primer lugar es preciso partir de una premisa principal que consiste en que la estabilidad económica en países coloniales depende indefectiblemente de los precios de las materias primas que producen y exportan. Si esas cotizaciones son elevadas (como ocurrió en los últimos diez años), con seguridad que existirá la aludida estabilidad. Pero si los precios de nuestros productos de exportación, como gas y algunos minerales, son bajos, la anhelada seguridad económica no existirá, ni mucho menos y, por tanto, la ciudadanía encontrará que la única verdad a la que hay que atenerse, gira en torno a los precios de las materias primas. No existe otra forma de explicación de esa cuestión.
Durante los últimos diez años, gas, petróleo, estaño, oro, plata y otros tuvieron precios muy elevados y, en algunos casos, entre seis, ocho y diez veces más que en tiempos del llamado “neoliberalismo”. Esos altos precios originaron la “bonanza” que registró el país y de la que el Gobierno dispuso a mano abierta. Es más, los grandes ingresos en ese decenio no se debieron a que hubo aumento de la producción interna. Al contrario, en algunos casos, la producción bajó, pero como los precios eran altos se tuvo la impresión de que el país estaba ganando y que nos encontrábamos en una etapa de prosperidad o de las “vacas gordas”.
Pero, al presente, como los precios de las materias primas se derrumban, nos encontramos (haciendo una pequeña operación aritmética) ante una realidad según la cual al caer las cotizaciones de las materias primas de manera inevitable vendrá una etapa de crisis económica. Es más, pese a que se invente un cúmulo de argumentos y se adopte diversas argucias, ese peligro es muy posible y, por tanto, conceptos propagandísticos solo serán palabras y más palabras. Como la mentira tiene patas cortas, nos encontraremos con que, pese a la publicidad, no habrá “seguridad económica” y solo se trataría de una falacia, producto de la mitomanía con fines electorales o de prorroguismo, antes que sinceridad en torno a la verdad.
En países con políticas mono exportadoras y extractivistas como el nuestro y después que se desaprovechó la etapa de las “vacas gordas”, de forma inexorable se cae al extremo contrario, además con dolorosas consecuencias no solo para las responsables de esa situación, sino para el pueblo en su conjunto. Estabilidad económica no existe cuando se depende de los precios de las materias primas y menos cuando se desploman. Mientras tanto lo aconsejable es decir la verdad.
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