El mundo está loco, loco, loco

Es el título de una película de 1963, que quedó en mi memoria por las escenas más insólitas y divertidas que se ve en ella. El argumento gira en torno al hecho de que en una interminable autopista del desierto, ocho automovilistas -entre ellos dos camioneros- que van con sus cónyuges de vacaciones a distintos rumbos y con distintos propios problemas, presencian una carrera alocada de un automovilista que va a toda velocidad, quien finalmente en una curva sobrepasa las contenciones y se despeña con su automóvil, logrando sobrevivir lo suficiente para contar a los testigos una increíble revelación. La situación cambiará sus planes y sus vidas.

El accidente automovilístico deja como sobreviviente al desconocido que alcanza a ser asistido por los automovilistas y éste deja entrever en sus balbuceos, antes de fallecer, la existencia de un jugoso botín producto de un robo bancario en Santa Rosita, California. Cada uno de ellos entiende el mensaje del difunto y en cada uno de ellos se despierta la ambición y la competitividad, y tras duras negociaciones deciden cada uno ir por su cuenta por el dinero.

Con este argumento, lo primero que uno asocia en nuestro país, es el caso del Fondioc. La creación de un cuantioso presupuesto que crece súbitamente por la bonanza repentina debido a la elevación inesperada de los precios de las materias primas; el cambio de modelo político que da lugar a nuevos actores en la política nacional, determina la ambición y la oportunidad de una nueva ola de dirigentes asociados al campo que ven la ocasión de enriquecerse de una manera rápida; es el maná repentinamente caído del cielo, el cual asociado a una serie de actuaciones discrecionales, determina una suerte de competencia para ver quién logra más de este inesperado tesoro.

Lamentablemente, dinero que podría haber servido para mejorar la productividad del campo, con proyectos específicos que podrían haber contribuido a disminuir la pobreza de los pequeños productores y al aumento de una mayor autosuficiencia alimentaria, se diluye entre unos pocos dirigentes, aunque el conductor del automóvil aquí sobrevive y parecería ser el único inocente, él solo conocía el secreto de cómo se manejaba este tesoro. Un mundo loco, loco, loco.

El otro tema de carácter mundial no es nada cómico como lo fue la trama de la película, es la reciente prueba de una bomba de hidrógeno que ha hecho explotar Corea del Norte y que ha generado ya no una serie de eventos que mueven a risa, sino al temor. Este país emplazado en medio de dos potencias y su vecino del sur, con su poderoso aliado norteamericano, parece desafiar a todos, para decirles: señores, ¡CUIDADO!, tengo en mis manos el poder para hacer desaparecer media humanidad.

Como nos informa BBC Mundo, el club de países que poseen bombas atómicas es muy reducido: EEUU, Rusia, China, Reino Unido y Francia constituyen el “club nuclear”.

Tres exrepúblicas soviéticas: Bielorusia, Ucrania y Kazajstan renunciaron voluntariamente a sus arsenales nucleares y los enviaron a Rusia.

Sudáfrica, India y Pakistán también renunciaron a continuar con sus pruebas de bombas atómicas.

Pero ahora, Corea del Norte da un paso más avanzado y cuenta con la bomba de hidrógeno, como diciendo: señores, no se atrevan con nosotros, que estamos en condiciones de hacerlos desaparecer.

En el mundo miles de millones de personas padecen hambre, otros miles de millones estamos amenazados por los estragos que empieza a generar el claro cambio climático, pero otro decide que es mejor tener en su poder una forma de exterminio mucho más rápido y violento. Definitivamente el mundo está loco, loco, loco.