Clepsidra
Deberíamos empezar a plantearnos cuáles serían las preguntas fundamentales para pensar el presente de la mujer boliviana. Para liberarse efectivamente del machismo, se habla de una estrategia basada en la superación económica de la mujer. Pero si ellas son el sostén de la economía boliviana, ¿por qué entonces se sigue atestiguando una brutal violencia a través de las estadísticas y de las noticias diarias de los medios? ¿Habrá influencias que vayan más allá del factor económico? Para poder plantearnos algunas preguntas es indispensable recorrer contextos históricos como procesos de lucha y construcción del feminismo.
La investigadora Karin Monasterios destaca que paradójicamente persiste en Bolivia una dura realidad de dominación patriarcal que históricamente ha impuesto un rol subordinado a las mujeres, prácticamente en todos los espacios del ejercicio del poder, que viene minando sistemáticamente sus aspiraciones de autorrealización personal, de manera particular en los sectores marginados. Una de las debilidades estratégicas del movimiento contemporáneo de mujeres es la ausencia de una matriz organizativa independiente de las estructuras patriarcales del poder organizado, sea este del Estado o de la sociedad civil, lo que apunta al problema fundamental de la autonomía. Para Monasterios la tecnocracia de género detenta una naturaleza de clase que se muestra en dos dimensiones básicas. Por un lado, ha jugado un rol importante de legitimación, como parte del conjunto de ONGs, de las políticas sociales del modelo neoliberal; por otro lado, mantiene una alianza estratégica con el Estado y la cooperación internacional, de la cual depende para subsistir. En este sentido, el rol de las ONGs de género se define más en relación con el Estado y la cooperación internacional que con la sociedad civil, las mujeres, sus necesidades y aspiraciones.
El movimiento anarco-feminista Mujeres Creando, que puede ubicarse dentro de la corriente del feminismo autónomo latinoamericano, postula la autonomía total en relación con el Estado y los partidos políticos. Dice, entre muchas otras cosas, “no a la cooptación”. En relación con las ONGs se decanta por una estrategia de lucha basada en la deconstrucción de los símbolos y lenguajes de la dominación patriarcal en un contexto de colonización interna. Asimismo postula la restitución de la unidad original entre lo público y lo privado, esferas separadas por el capitalismo con distintas asignaciones valorativas. Para Monasterios, el movimiento Mujeres Creando se ha mantenido alejado de toda estructura organizativa estable y de las alianzas permanentes con otros grupos o sectores. Esto muestra, por otro lado, las limitaciones de esta agrupación, exhibiendo matices de incoherencia con respecto a sus propios objetivos políticos y a sus relaciones con otros movimientos. A pesar de su crítica a las formas vigentes de ejercicio de poder, Mujeres Creando no ha estado exenta de reproducir el estilo caudillista de liderazgo político que es lo habitual en el ejercicio de las dirigencias en el país.
Finalmente Karin Monasterios nos propone a las mujeres: “Necesitamos buscar nuestra propia inserción orgánica en el proceso, ya no desde las posiciones flojas de la tecnocracia ni desde el oportunismo de las mujeres de los partidos oficialistas, sino desde un revigorizado espíritu militante inspirado en la creatividad desplegada por las mujeres de octubre, como símbolo de lo que puede lograrse cuando los subalternos consiguen resignificar la política como asunto del quehacer comunitario de la calle, la casa y la cocina; es decir, cuando la existencia cotidiana se torna en acción política”.
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