Ley, publicidad y el referéndum

Hay mucho que pensar y hacer en el país; hay yerros que es preciso corregir y hechos buenos que mejorar; hay situaciones en que se debe tomar conciencia de país para solucionar dificultades y problemas; hay infinidad de complicaciones que acarrea el cambio climático; preocupación por los bajos precios del gas, de los minerales, de las materias primas; hay angustias por lo que puede ser el futuro porque los tiempos de bonanza y gasto dispendioso han pasado, no pueden seguir igual; sin embargo, se vive como enfrascados en una campaña por el referéndum, por saber si ganará el sí o el no.

El Tribunal Supremo Electoral -no obstante su dependencia del Poder Ejecutivo- ha dispuesto, conforme a ley, que la publicidad debe tener límites, dispuso que se evite los abusos, que no se utilice las realizaciones gubernamentales para comprometer el voto por el sí; en fin, hay prohibiciones que son lógicas y correctas.

Quienes se han sentido afectados por la decisión del TSE y por las limitaciones, se han sentido molestos y se ha llegado al extremo de expresar el criterio de que “igual, hay prohibiciones y multas, se hará las campañas con la publicidad que se considere necesaria y se pagará las multas”. Esta actitud, petulante y soberbia, no corresponde al principio de que todos debemos obedecer los mandatos de las leyes; que no podemos ni debemos actuar a capricho y atenidos sólo a intereses partidarios o subalternos. La ley está para cumplirse y no por tener dinero y medios para hacer frente a las disposiciones legales, se va a negar respeto a lo que es justo y legal.

Ante las campañas por el sí o por el no, cabría preguntar, ¿es que el ciudadano no tiene voluntad y criterios propios para decidir por qué va a sufragar el 21 de febrero? ¿Es que se cree a cada de uno de los bolivianos simples neófitos que necesitan de publicidad y propaganda para decidir o torcer su voluntad para el voto? ¿Hasta cuándo esa actitud paternalista en que se cree que “hay que darle al votante el pan comido y digerido”? ¿Por qué no hay preocupación por utilizar el tiempo en lo que el país necesita y hay empecinamiento en buscar, de todos modos, resultados favorables a cada interés? ¿Por qué se duda de la libertad y capacidad de discernimiento de los ciudadanos?

Vivimos más de treinta años en democracia continua, tiempo que debería servir para haber madurado, pero que sea una madurez para los que tienen poderes y, mucho más, para los que ambicionan más poder y más tiempo en el poder. Encuestas, suposiciones, adivinanzas y cábalas circulan debido a la propaganda interesada de quienes creen que el voto debe estar encadenado a la publicidad, a la voluntad o intereses de las conveniencias.

Se entiende que vivimos en democracia y es preciso dejar en libertad a quienes vayan a votar; que la publicidad y la propaganda abusiva no se impongan y que la ley sobre prohibiciones y multas se cumpla sin distinguir intereses o conveniencias de nadie.