El terrorismo practicado por miembros fanáticos del llamado Estado Islámico, en los diversos atentados que ha cometido en muchos sitios del planeta durante el año 2015, muestra hasta qué punto sus dirigentes que incitan a los creyentes que hagan del islamismo “el medio para conocer a Alá y lograr su dominio en el mundo”, han mostrado la insanía de dirigentes que, cegados por posiciones contrarias a todo sentido de amor y paz entre los hombres, buscan que la humanidad abrace el islamismo como credo y política de los pueblos.
El Estado Islámico -conocido bajo diversas denominaciones como Daesh, Daish, Isis, Isil y otros-, tiene una fuerza de guerra conformada por algo más de 30.000 hombres debidamente entrenados para cometer actos terroristas en cualquier parte del mundo donde se crea que “hay infieles que merecen la muerte por no estar de acuerdo con la voluntad de Alá”. Son miles las víctimas, entre muertos y heridos, que ha causado el fanatismo y el instinto de matar, destruir y causar perjuicios al bien común de pueblos que viven en paz y buscan que este bien sea práctica y vida de todos los hombres.
El Estado Islámico, con los actos terroristas que comete parece buscar la destrucción del mundo porque, según declaraciones de sus dirigentes, “ningún pueblo que no reconozca al Islam y la religión del profeta merece subsistir y debe morir o, caso contrario, abrazar la religión islámica y convertirse en su propagador en todos los pueblos”. La pretensión de que todos los pueblos abandonen sus creencias y credos religiosos tan sólo por complacer al terrorismo está muy fuera del sentimiento y vocación pacifista de los pueblos del planeta.
Los treinta mil hombres combatientes del EI, procedentes de 90 países, están juramentados no sólo para combatir en acciones con quienes consideran enemigos sino para cometer todo tipo de atentados que impliquen la destrucción y la muerte de instituciones y entidades que estén en desacuerdo con ellos que se dedican al boicot, la destrucción de bienes y la muerte de pueblos enteros. Siria es uno de los blancos fatales del Estado Islámico que ha causado la muerte de miles de personas; atentados en París, Afganistán, Egipto, Nepal, Libia y muchos otros sitios sufren las consecuencias del terrorismo.
El poder económico financiero del Estado Islámico prácticamente es incalculable porque domina muchos sitios de explotación de petróleo y gas; sus cuentas en la banca mundial, debidamente mimetizadas, son infinitas y no hay limitación para la compra de armamento y entrenamiento de tropas que son fanatizadas y adoctrinadas en contra de todo lo occidental y de pueblos de Medio Oriente. Las últimas víctimas conocidas son las causadas en Libia, mediante una bomba común: 60 muertos y más de 130 heridos el pasado 8 de enero.
El terrorismo causado con bombas en edificios, impactos con aviones comerciales como los del 11 de septiembre de 2001; secuestros de aviones o su destrucción en el aire mediante explosivos, atentados de todo tipo a instalaciones comerciales e industriales de los países elegidos como “víctimas propiciatorias” son incalculables. El Estado Islámico que está conformado por grupos terroristas insurgentes de naturaleza fundamentalista yihadista wahabita se ha calificado de Califato y está asentado en un amplio territorio de Irak y Siria. Está controlado por grupos radicales leales a Abu Bakr al Baghdadi.
Técnicamente, el Estado Islámico funciona como un Estado no reconocido puesto que controla ilegalmente varias ciudades como Faluya, Mosul y Al Raqa. Originalmente el EI se conoció como Organización para el Monoteismo y la Yihada, próxima a Al Qaeda dirigida por Abu Musab al Zaqaui, tras su muerte, surgió como líder Rashid al Obaghdad, bajo la tutela de Osama bin Laden y se expandió por Ambar, Nínive, Kirkuk y, en menor medida por Babilonia, Diala y Bagdad.
El Estado Islámico, no obstante las acciones represivas por parte de Francia, Estados Unidos, Rusia y otros, se propone “conquistar todo el Planeta, llegando al mundo con la verdad y la justicia del Islam”. En sus incursiones guerrilleras atacan lo que se interponga en su camino, así en septiembre de 2014 lanzó un ataque químico en Dhuluya envenenando a 11 integrantes de las fuerzas iraquíes y el 22 de septiembre lanzaron un ataque con gas en Fallujah y mataron a más de 3.300 soldados iraquíes. Nada contiene la furia, sadismo y fanatismo de los integrantes del Estado Islámico.
El mundo en general, está poseído por el miedo, el temor de que en cualquier momento, cualquier sitio de cualquier país sea víctima del terrorismo. Naciones Unidas, organizaciones de todo tipo del orbe viven pendientes de lo que pueda ocurrir y, lo más grave, no saben qué medidas adoptar y menos qué medios puedan utilizar para defenderse de ataques que siempre cobrarán muchas víctimas entre muertos, heridos y población sumida en dolor y lágrimas.
Para el Estado Islámico no hay religión capaz de contenerlo y los grupos cristianos han resultado sus peores enemigos y su accionar está dirigido “a combatir a todo lo que sea contrario al Islam”. El mundo, pues, vive pendiente de estos cuadros fanáticos que, con ayuda de la delincuencia mundial encabezada por el narcotráfico y los fabricantes de armas, no trepidarán ante cualquier obstáculo con tal de cumplir los objetivos que se han fijado.
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