Lorenzo Soliz Tito
Estos primeros días de enero del 2016 hemos vivido el rally Dakar en Bolivia de manera directa o por los medios de comunicación, con destacada actuación de los corredores bolivianos, orgullo del país. Pero éste no es el tema al que aquí nos queremos referir, dejamos eso a los especialistas que saben del oficio.
Lo que queremos visibilizar es que gracias al Dakar -mirando un poco más allá que solo a las motos, cuadriciclos, autos y camiones, los corredores y el espectáculo-, las cámaras y los drones desplegados a lo largo del trayecto nos han presentado en imágenes los primeros efectos del fenómeno de El Niño.
En la Argentina, en buena parte del trayecto las fuertes lluvias obligaron a la suspensión del rally por un día al inicio; al retorno igualmente tuvo que modificarse la carrera de motocicletas en territorio argentino, por la misma razón: lluvias intensas. En cambio, más al norte, ya en territorio boliviano era evidente la sequía en las pampas de la provincia Omiste y los valles del sur del país (Tupiza y alrededores) con escasa cantidad de agua en los ríos; la intensa sequía, polvareda y altas temperaturas durante el día en la región altiplánica (Atocha, San Vicente, Cerdas, Uyuni, Pulacayo, San Pedro de Quemes, entre otros); aunque algo de lluvia e incluso granizada cayó en algún trecho. Muy pocas zonas presentaban el manto verde propio de la época.
El Dakar 2016 ya pasó pero quedan “El Niño” y sus efectos. La sequía y las altas temperaturas en las zonas donde se presenten harán estragos en la economía y la disponibilidad de alimentos de familias y comunidades y las regiones por donde pasó triunfante el rally internacional por el país. Ya es hora de que -así como se puso empeño y recursos humanos, económicos y tecnológicos para la carrera del Dakar- se implemente también planes, políticas y estratégicas más adecuadas, mayor cantidad de inversiones, aplicación de innovaciones tecnológicas disponibles y otros para afrontar efectos de la naturaleza como las del presente año, no sólo por donde pasó el Dakar sino también en otras regiones del país. Y no es que no haya respuestas para afrontar “El Niño”, hay muchas experiencias que tienen éxito, pero quedan en espacios locales sin ser tomadas en cuenta debidamente por las autoridades encargadas.
Nosotros en estos días estamos empezando una especie de “otro Dakar”, un recorrido -como todos los años en enero y febrero-con motivo de la evaluación anual en comunidades indígenas, originarias y campesinas y municipios de siete regiones de Bolivia donde trabaja CIPCA. Recorreremos por el altiplano centro y sur, los valles interandinos y de allí al Chaco cruceño y chuquisaqueño, a la Chiquitanía y tomar rumbo hacia la pampa mojeña, para concluir en el norte amazónico.
Esta vez seguramente será un recorrido un tanto especial por la presencia del fenómeno de “El Niño”, y no nos concentraremos sólo en las desagracias que deja o dejará este fenómeno, sino -como al igual que el rally Dakar que tiene triunfos- buscaremos recoger y visibilizar las respuestas exitosas que la gente, las comunidades y algunas autoridades están desarrollando para hacer frente a fenómenos como el indicado. Estamos seguros que estas gentes pueden ser también motivo de orgullo, al igual que nuestros corredores del Dakar.
Esperamos presentar los resultados de dicho “otro Dakar” en próximas entregas, procurando colocar a disposición de las autoridades implicadas respuestas y casos que se podrían y deberían replicar y amplificar para anticiparse como país y esperar con mayor capacidad de soporte y resiliencia a los efectos negativos del cambio climático. Es un doble desafío.
El autor es Director General de CIPCA.
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