Punto aparte
La inquietud literaria de Mariano Baptista Gumucio es infatigable, sin parangón en el país. Nada pasa desapercibido a su instinto natural de encontrar el tema, cual si fuera el prodigio de donde emergerá una historia digna de ser leída y conservada en la memoria, por su calidad intelectual y profundidad en desentrañar lo que permanecía desconocido o ignorado.
El último hallazgo suyo es nada menos que un portento de la riqueza minera que posee el suelo boliviano, aunque escondida en parajes desolados, en ese tiempo sin aliento alguno para crecer. Este es el caso de la mina San Cristóbal, ubicada en el norte de Potosí, teniendo cerca la vecindad del imponente salar de Uyuni, a 4.000 metros de altitud sobre el nivel del mar. Hasta su descubrimiento en la región, en 1995, no existían carreteras ni energía eléctrica, ni siquiera agua potable.
Sin duda, ha sido un predestinado de la fortuna el que, sin siquiera tener mayores argumentos, reunió capitales e invirtió nada menos que 500 millones de dólares, aunque sin tener la perspectiva de que iba a tropezarse con un singular emporio de riqueza.
Este es el caso de Thomas Kaplan, un hombre joven nacido en Estados Unidos, graduado en Oxford, que, por esas extraños misterios de la vida, se asoció con una empresa consultora boliviana, llamada Mitec, que funcionaba bajo la presidencia del ingeniero Johnny Delgado, para realizar un emprendimiento minero. Ni en sueños pudo haberse imaginado que iba a constituirse en el segundo más grande del país, después del Cerro Rico de Potosí, y el tercero en magnitud mundial.
Dos décadas antes, Nor Lípez era una de las provincias más pobres de Bolivia y de la que los hombres huían para buscar trabajo en Chile, Argentina y otras regiones del país. Hoy día, su nivel de vida ha experimentado un notable adelanto y el personal de la mina (1.500 trabajadores), cuenta con los mejores salarios de la industria minera, y es boliviano en un 99%, documenta el libro.
Resulta muy pertinente transcribir este párrafo de la obra de Baptista, por la elocuente información que ofrece:
“San Cristóbal es el emprendimiento minero más grande que se ha hecho en Bolivia, desde los tiempos de Patiño. La apertura del país a las inversiones en la última década del Siglo XX permitió la creación de otras empresas como Inti Raymi, en Oruro (la primera a cielo abierto del país, para la producción de oro). Ninguna, sin embargo, comparable a San Cristóbal. No en vano figura como la tercera mina de plata y la quinta de zinc -a cielo abierto- más grande del mundo, 20 veces mayor en la explotación de ese segundo mineral, que cualquier otra en Bolivia. La prensa registró que del 2008 al 2012 su producción representó el 35% de la producción total del país, llegando en el 2009 al 46%, casi la mitad. Esto significó un salto en el producto interno bruto que, de 3,78 subió al 6,15 en el 2008”.
En cuanto a cómo Baptista llega a escribir tan importante obra para la historia de la economía nacional, su explicación es como sigue:
“Este libro es fruto de una casualidad de las tantas que suceden en la vida. Me hallaba de ida a Tupiza, en un tren que por un desperfecto mecánico bastante frecuente en esa vía se detuvo en la estación de Uyuni, donde nos informaron que tendríamos que permanecer algunas horas en los vagones. Yo viajaba para hacer un programa de televisión en esa ciudad próxima a la Argentina, donde pasé algunos años de mi infancia y en lugar de permanecer en el tren, resolví caminar hasta el pueblo. En un café conocí a Alberto Colque Copa, con quien entablé una amena conversación. Le expliqué el motivo de mi viaje y él me habló de la iglesia que se había reconstruido en el pueblo nuevo de San Cristóbal, de donde era originario, y se ofreció a llevarme allá. Me dijo que no había iglesia igual en el altiplano, pues había sido trasladada pieza por pieza con el mayor cuidado y a cargo de expertos, durante ocho meses. Yo había leído en los periódicos numerosas noticias sobre la mina San Cristóbal, en plena operación para entonces, pero de momento me interesó más conocer el templo y me organicé con Alberto para ver el sitio.
Cumplida mi visita al nuevo pueblo de San Cristóbal y a su iglesia, surgió la idea de Alberto y sus compañeros de la Comunidad de encargarme la tarea de escribir un libro en torno a la negociación que había tenido lugar dieciséis años antes, entre Andean Silver -la empresa que por entonces financiaba el proyecto- y ellos, para definir si el pueblo se trasladaba y en qué condiciones. El tema me pareció sumamente atractivo y dado que ese hecho definió la suerte que correría el proyecto San Cristóbal, pensé también que era urgente conocer la mina”.
Efectivamente, se produjo el traslado del pueblo de San Cristóbal a otro sitio próximo, porque en las exploraciones que realizó la empresa Andean Silver se estableció que debajo del mismo se encontraba una gran riqueza minera. La población aceptó la propuesta y de este modo surgió un atractivo nuevo pueblo, con viviendas construidas por la empresa para todo su vecindario, además de dotarle de todas las condiciones funcionales del caso, incluyendo la iglesia, como queda expuesto.
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