Un hombre comenzó a cavar un pozo y llegó hasta una profundidad de veinte codos, pero no halló ningún vestigio de agua. Entonces, abandonó el lugar y eligió otro sitio para hacer el pozo. Cavó allí aun más hondo, pero tampoco encontró agua. Eligió un tercer lugar y cavó todavía más hondo, pero fue en vano. Tampoco halló agua. Al final, completa-mente disgustado, abandonó su tarea. En conjunto, la profundidad de los tres pozos era casi cien codos. Si hubiese tenido la paciencia de dedicar aunque fuera la mitad de su labor al primer pozo, en vez de cambiar de un lugar a otro, seguramente habría encontrado agua. Así ocurre con los hombres que cambian continuamente de creencia. Para tener éxito, debemos dedicar todo nuestro corazón y fe a un solo ideal, sin tener la menor duda en su eficacia.
Ramakrishna
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