Punto aparte
Tal vez como único o pocos países, Bolivia cuenta con una riqueza inmensa en especies animales, entre ellos la de los auquénidos, entre los que se encuentran la vicuña, la alpaca y la llama. Al menos, estas tres resultan ser un privilegio notable que concede la naturaleza al país.
Se trata de una especie singular, tanto por su belleza física, su agilidad y en lo que más se la aprecia, por su lana.
La lana de las vicuñas y alpacas tiene un valor muy elevado en el mercado internacional, pues se la aprecia por su fibra que equivale casi a la seda. Por esta circunstancia, las piezas de vestir que se produce con esta fibra representan un signo de elegancia y buen gusto, pues su lucimiento no se consigue con ninguna otra, por su suavidad y brillo.
En cuanto a la llama, por su tamaño, su porte, su aspecto en general es de excepcional índole. No hay otro animal similar que tenga estos atributos. De ahí que se explica que uno de los mejores poetas que tuvo Bolivia, el chuquisaqueño Gregorio Reynolds, hubiera escrito un bellísimo poema, titulado La Llama. Su contenido y expresividad alcanzan una significación incomparable.
A pesar de tener esta especie tan particular, en el país no se le otorga la protección que merece y por razones muy justificadas debe ser de particular valor e interés para su conservación. De lo que se trataría, entonces, es de asignarles un espacio exclusivo, donde se las proteja de las inclemencias del tiempo, darles su alimentación y la dotación imprescindible que deben tener en cuestión de agua.
Una reserva muy especial debería establecerse en el mismo espacio natural que tienen, que es el altiplano. Sin embargo, todo ello debe implicar que el mismo tiene que estar adecuadamente cercado, en un espacio de vasta amplitud, de modo que no pierdan las características particulares que poseen, en particular las vicuñas y alpacas, ya que por su naturaleza corren y saltan en espacios considerables.
Y por lógica consideración, ser motivo de una apropiada custodia policial, a fin de evitar que se siga practicando la mortal caza furtiva de la especie. En términos más precisos, resulta apropiado señalar que se trata de una riqueza vital, que se la requiere mucho más, como si fuera un metal precioso, como es el oro.
Un dato penoso fue dado a conocer por la FAO, del que, en algún sentido, todos los bolivianos tendrían que sentirse culpables. Entre 2012 y 2014, según sus estudios, más de 10.000 alpacas murieron en el municipio de Pelechuco, departamento de La Paz, por ser víctimas de las sequías, las heladas y el deterioro de sus pastizales, causados por el cambio climático.
Sin embargo, ante una realidad tan lacerante, no es que se tenga que proteger a los auquénidos por su valor material, sino por su inigualable valía en cuanto a belleza y sus respectivas condiciones físicas, que poco menos que equivalen a tener joyas naturales, superiores a las que se les concede a la esmeralda y a los adornos de lujo con los que se destaca el vestir de los seres humanos privilegiados, sea por su riqueza o por su buen gusto.
En Bolivia y otros países donde se han creado las ONGs, que son Organizaciones No Gubernamentales que dedican su atención a temas sociales o económicos, correspondería constituir una de ellas, que tenga como finalidad exclusiva el cuidado y protección de los auquénidos.
Adicionalmente, resulta indispensable señalar que se debe prohibir la matanza de llamas para comercializar su carne. A la inversa, se tiene que razonar, en sentido de que por una mezquina finalidad económica se está atentando y victimizando a un ser de tanta calidad física y natural.
Hasta es posible, sin pretender llegar al exceso, entender que la llama debería ser el mayor símbolo vivo de los bolivianos. Su prestancia es una expresión natural del orgullo y el encanto que suscita la belleza. De ahí que los creadores del escudo nacional fueron poco menos que seres iluminados, al haber consignado entre sus componentes precisamente a la llama. Hagamos, entonces, honor a la genial iniciativa que tuvieron.
No seamos indiferentes ni permisibles. Por civismo y calidad humana, admiradores y protectores de las vicuñas, alpacas y llamas debemos decir alto a sus matanzas, porque son criminales por donde se vea.
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