La crisis económica que afecta al mundo, especialmente a los países pobres y subdesarrollados, como son los del Cuarto y Tercer Mundo, es preocupante. Muchas son las razones para una angustia que parecería exagerada, pero que, si se toma en cuenta el auge vivido y lo que resultó crítico, el futuro se hace incierto. En los años transcurridos del 2006 al 2014, en Bolivia hemos vivido una especie de auge de ingresos financieros debido a las altas cotizaciones para el gas que exportamos y cuya producción no es efecto de lo que se haya hecho en prospección, exploración y explotación; es, simplemente, resultado de haberse aprovechado lo que en muchos años anteriores al 2006, se había logrado con áreas gasíferas como San Alberto, Margarita y otros que han permitido explotar su contenido de gas, exportarlo al Brasil y a la Argentina con el resultado de fuertes ingresos financieros.
Muchas veces, la colectividad se ha preguntado: ¿Cuáles serían los resultados si se hubiesen descubierto nuevos campos y logrado mayor producción de petróleo y gas? ¿Cuánto nos hubiesen beneficiado los precios internacionales? ¿Cuánto se habría diversificado nuestra economía? ¿A cuánto pudo llegar el monto de las reservas internacionales? ¿Cuáles serían las reservas reales de gas? Son, pues, años -2006 a 2014- en que hubo sólo el contento de explotar lo que otros gobiernos dejaron y regodearse con los resultados que han sido muy buenos.
Por otra parte, la explotación minera, rubro en el que no hay nada nuevo en el uso de tecnología desde hace muchas décadas, también tuvo precios altos en el mercado internacional, especialmente si se toma en cuenta que en los años 60 hubo precios muy bajos, tan bajos que apenas cubrían los costos de operación y, como en esos tiempos se decía: por continuar con las políticas impuestas luego de la nacionalización de las minas en octubre de 1952, se ha trabajado a pérdida porque COMIBOL no hizo nada nuevo y, prácticamente, cumplió sólo como agencia de empleo para complacer a los “compañeros del partido” y a partidarios de otros gobiernos hasta el actual régimen, sin importar que había que adoptar medidas previsoras para modernizar la minería, conseguir mejor producción y lograr la fundición de minerales y su industrialización para conseguir valor agregado.
Los precios del gas, de los minerales y de las materias primas que exportamos, han permitido que nuestra economía tenga bonanza, aunque muy lejana para combatir efectivamente a la pobreza. Hemos perdido, pues, muchos años que podían ser decisivos para el desarrollo y progreso. ¿Cuánto se hizo? Prácticamente poco o nada porque seguimos, en la minería, con métodos antiguos porque a más de haberse logrado alguna maquinaria y herramientas modernas, no hay alta tecnología que pudo significar avances en favor de los trabajadores y de la economía nacional; no se hizo nada nuevo que sea compatible con una efectiva explotación minera porque ¿cuánto y qué ganaron los trabajadores -excepto las cooperativas-? Poco o nada cuando pudo lograrse buenos resultados cambiando métodos, formas de explotación, uso de alta tecnología y se hubiese conseguido mejores salarios, mayor producción. En fin, pudo hacerse mucho y se hizo muy poco, porque “nos dormimos en nuestros laureles” por los éxitos financieros circunstanciales.
Ahora, con una crisis muy severa, con pocas posibilidades para superarla prontamente ¿cuáles son las perspectivas y qué se podría hacer, así sea con resultados a largo plazo? Captar inversiones foráneas, promover las nacionales para todos los rubros de una producción que tenga posibilidades y sostenibilidad para crear riqueza, empleo y diversificar la economía con miras a conseguir altos réditos; pero, tanto con las inversiones en el propósito de conseguir el desarrollo armónico y sostenido no será posible de la noche a la mañana, porque los procesos requieren tiempo y las bases hay que darlas ahora con una administración eficiente, honesta y responsable del gobierno, conjuntamente un actuar honesto y productivo del sector privado.
La agroindustria puede ser muy importante, pero hay que fortalecerla, apoyarla, promover inversiones y, en casos, industrializarla. Se puede producir mucha azúcar, arroz, aceites, trigo, maíz, centeno, maní, café, especies, tubérculos, hortalizas, frutas de mucha calidad y variedad; pero, con políticas que no vean sólo lo inmediato, que actúen con perspectivas de futuro, lejos de intereses creados y de partido; con políticas dinámicas, constructivas, oportunas, productivas en pro de un desarrollo armónico y sostenido. Deberá adquirirse conciencia de país y abandonar los intereses subalternos, los complejos y los odios, los revanchismos y las miserias que empequeñecen y desvalorizan lo bueno que tiene todo el país y que están lejos de izquierdas, centros y derechas que sólo desunen, postergan y destruyen posibilidades de vencer a la pobreza.
El gobierno, si finalmente quiere y se propone, podría hacer mucho: trabajar honesta y responsablemente sin recurrir a préstamos que hipotecan y empobrecen más al país, observando austeridad, evitando gastos dispendiosos e innecesarios, combatiendo y sancionando la corrupción y, corrigiendo lo mal que hizo, haciendo gestión y obrando en pro del bien común sin discriminaciones, complejos ni egoísmos ni sometimientos a criterios o ideas que ven fantasmas imperialistas, errores y faltas del lejano pasado que, en conjunto, son iguales a los que hoy se cometen. Hay la urgencia de combatir a la corrupción, al contrabando, al narcotráfico y a todo lo que pospone, posterga y anula posibilidades y esperanzas.
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