Los fabuladores

Si algo se va a recordar de los políticos que gobiernan actualmente es de su capacidad de fabular. Ni los novelistas tienen el talento -o el atrevimiento- que se ve en los líderes masistas para hacer de cualquier tema histórico una historia amañada. Algunos -como S.E. por ejemplo- inventan casi todo, pero otros -como el canciller Choquehuanca- creen en tradiciones ancestrales andinas y las cuentan con una candidez tal que se convierten en enternecedor solaz de la gente. Lo malo es que la fabulación “inocente y hermosa” que transmiten algunas personalidades de los altos círculos gubernamentales, viene, últimamente, acompañada de calumnias, lo que denigra el arte de fabular y lo envilece.

De las sabrosas e hilarantes tradiciones originarias con las que sorprendió a los bolivianos y al mundo cercano el canciller Choquehuanca (leer en las arrugas de los viejos, el sexo de las piedras, el priapismo de la papalisa), y de las “evadas” de S.E. (volverse maricón y calvo si se come pollos de granja, patrones que quemaban los ojos a los indios que sabían leer, los estragos intestinales que produce la Coca-Cola), se ha pasado, paulatinamente, a la vil mentira, de la que es todo un as el Vicepresidente y de cuyo contagio ha caído víctima S.E. En buenas cuentas, el “ama llulla “ha quedado totalmente archivado por el MAS y afirmamos, sin temor a equivocarnos, que no han existido políticos más mentirosos que los actuales.

Las fabulaciones más grandes, llenas de mala intención, han aflorado en esta etapa pre referéndum cuando el Gobierno está desesperado tratando de lograr la modificación constitucional que le permita a S.E. mantenerse en el poder durante la siguiente década. S.E. ha mentido descaradamente desde el momento en que dijo que en aras de la unidad de los bolivianos no iría a la reelección en el 2014. No sólo fue a esa reelección, que era la segunda, sino que ahora tiene a todo el país sumido en un caos electoral porque ha decidido ir a una tercera reelección, es decir a un cuarto período consecutivo. Esta ha sido, seguramente, la gran mentira, la más descarada, la peor de todas por las connotaciones que puede traer.

Se está oyendo una secuencia de embustes de los falsos “amallullistas” que no tienen parangón. S.E. cuenta fábulas de los sufrimientos que padeció en manos de los gobiernos neoliberales y de las muchas veces que quisieron asesinarlo. Esa es una mentira absoluta. Nunca, nadie quiso matarlo. Claro que él lo dice en los cientos de actos que promueve por todo el territorio nacional para la entrega de obras, y la fábula crece. La buena gente del pueblo se conduele, protesta contra los gobiernos represores de antaño, lanza denuestos contra los gringos de la DEA, y la mentira cumple su propósito, permanece.

A S.E. se le ha dado por inventarse historias sobre lo que él cree que son sus adversarios de mayor riesgo en el país. Y a cada uno le endosa un cuento. O miente descaradamente o inventa escenarios. Y es así cómo señala que tal o cual jefe político está vinculado y recibe dinero del “imperio”, o que obedece a los derrotados de octubre del 2003, o que en su momento malversó dineros del Estado, o que dijo alguna barbaridad ofensiva. ¿Pruebas?, ninguna. Todo esto tiene como primordial interés tapar lo sucedido con el Fondo Indígena, cuyo asalto a sus arcas está enterrando en vida a S.E. El robo en el Fondo es algo sin precedentes, cometido por lo que S.E. llamaba la “reserva moral” de Bolivia. Las Bartolinas le han dado un tiro en la nuca. (“¿Las Bartolinas Sisan?”, sería el nombre del peor capítulo del masismo).

Fabula S.E. a troche y moche, aunque siempre agregando una frasecita que a él parece aliviarlo de culpa: “respeto, es su derecho”, dice siempre. ¿Respeta o no? ¿Respeta a los que roban, claudican, denigran? Ese “respeto, es su derecho”, que repite todos los días es un eufemismo vulgar, falso, lanzado como un gesto de condescendencia, una vez que el venablo de la injuria ya ha entrado en la carne de los calumniados. El “amallullismo” presidencial se ha tornado insoportable y palabra que sale de su boca es palabra que hay que tomar con pinzas porque viene con mala leche. De ahí que, quiérase o no, el 21 de febrero se producirá un plebiscito nacional sobre cuán confiable es la palabra de S.E. para el pueblo.

Demás está referirse a las maldades del “vice” que son absolutamente ladinas. Es un “amallullista” académico, que, además de mentir en las concentraciones de la plebe, sale al exterior a emborrachar la perdiz en universidades e instituciones de cuarto nivel. Asiste a eventos donde hierve el populismo zurdoide y donde tiene garantizado el aplauso y ahí se suelta de lengua sin ninguna consideración por la inteligencia del otro. Es el sofista del régimen y a través de su palabra y de sus raras muecas histriónicas va definiendo una línea que desde hace una década sigue fosilizada, estática, como si el mundo no cambiara. Y los fabuladores masistas suman y siguen.