Diariamente vemos a miles de víctimas frente al delincuente clamando justicia, quien si tiene “muñeca” sabe que está protegido, se lo ve sonriente y seguro de su hazaña, frente a jueces, fiscales, policías, a quienes no les teme, frente a las cámaras que lo harán famoso para las próximas elecciones, de férrea personalidad, mirada altiva y serena, desafiante ante el mundo y las leyes, sin temor a la posteridad que lo señale, con la arrogancia que tiene en su moral, ¡se ríe de la justicia!
Lo más increíble que solamente sucede en nuestro país, es que entre los miles de víctimas encontramos a “La Hija Predilecta”, sentada en el suelo, descalza, harapienta, despojada, violada, cadavérica, de rostro huesudo, que también clama Justicia, porque no le devuelven lo que le robaron, porque con su patrimonio se tiran la gran vida, porque se quedó pobre, está en la calle.
Y, ¿qué es la Justicia?...es “darle a cada quien lo suyo”. Saber que entre los millones de suyos que existen, la Justicia se encarga de darle a cada quien lo que le corresponde. Entonces, al honesto que practica la moral y la ética lo premia por su trabajo sacrificado, por respetar la propiedad ajena, por su fidelidad a la ley, por el humanismo que pregona, por su magnanimidad ante el débil, por su patriotismo, por el amor que irradia, por sus oraciones, por colaborar al resto con su trabajo. Por el contrario, al corrupto lo sanciona por apoderarse del bien ajeno, por no aportar con su trabajo honesto al desarrollo social, por su insolencia cuando está con plata mal habida, por reproducir principios amorales y antiéticos, por sembrar anarquía en la Patria que le dio un nombre, familia y posición, por permitir que el Soberano se corrompa. Al bien con bien, al mal con mal, no existe sanción ni castigo a medias, porque la ley no lo establece ni lo permite.
El “Estado Ideal” es aquel que logra la felicidad de todos quienes habitan un territorio, a través de la ley establece mecanismos obligatorios en la CPE, y de no ser acatados por los mandantes y mandados, ambos corrompen la totalidad de las instituciones y estructuras del mismo Estado. A través de los gobernantes el Estado debe hacer cumplir la norma, de no hacerlo también se corrompe. En este fatal caso la Justicia no tiene dónde estar porque está demás, el rechazo es total porque molesta y perjudica, nadie la quiere para sí ni para nadie, se prefiere la injusticia que los hace felices. Éste es nuestro drama... ¡la Justicia es para los harapientos!
Y sucede la fatalidad, cuando los habitantes de nuestras ciudades al sentir el clamor del pueblo frente a la Fiscalía y los tribunales de Justicia, no se conduelen del mal ajeno causado por el delincuente, no se solidarizan con el dolor de la víctima de la mano criminal, no explota el estupor exclamativo contra los autores de la corrupción tan de moda, nadie se integra a la protesta por el daño causado a los bienes de la Hija Predilecta. Al contrario, fatalmente, a quienes marchan por las calles clamando Justicia se los fustiga por interrumpir el tráfico, insultos que tienen que tragarse por creer en la Justicia. Esta es nuestra realidad moral.
También nos preguntamos, ¿qué es la corrupción?... es todo acto humano amoral, antiético, corrosivo, vicioso, abusivo, ilegal, transgresor, apátrida, ateo, insolente. Por lo mismo, los corruptos y delincuentes diariamente aplican refranes que los aprendieron de memoria: “Donde estuvieres, haz lo que vieres”, “La suerte solo una vez toca tu puerta”, “Debes aprovechar tu cuarto de hora”, “No dejes pasar la ocasión”, “No seas sonso, avívate”, “En arca abierta hasta el más honrado peca”. De esta manera, muchos cogoteros tienen autos de la noche a la mañana, muchos funcionarios tienen plata de la noche a la mañana, la Justicia desaparece de la noche a la mañana.
A éstas alturas de nuestro drama nos preguntamos: ¿qué puede hacer la Justicia cuando tiene que juzgarse a sí misma?... esperar a que el pueblo se pronuncie a través del Soberano, porque cuando el pueblo acusa ningún delito es impune.
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