Será que vivimos tiempos pre-referéndum en los que ¿“hay que convencer a los electores para que voten conforme a intereses creados”? La verdad es que todo se dice en el país y nada hay concreto, nada creíble y hasta se pretendería asegurar que “estamos mejor que Suiza”, cuando la realidad nos muestra que estamos a muchos años luz de ese país.
Hay una nueva Ley de Inversiones, pero le falta la reglamentación que es de rigor y porque solo ese instrumento da parámetros claros de muchos detalles que deben cumplir los inversionistas y, mientras no sea aprobado ese reglamento, es muy difícil que inversionistas foráneos se animen a venir al país y, menos, los posibles inversionistas nacionales que, muchas veces, le pintan al Gobierno las cosas color de rosa.
Hay verdades que es importante tomar en cuenta. Haciendo abstracción de todo lo que se busca con el referéndum del próximo 21 de febrero, lo cierto de nuestra economía es que no está “blindada” (palabreja inventada por un ministro que nunca explicó lo que quiso decir), o lo más lógico sería decir fortalecida, hecho que tampoco es cierto. Vivimos en tiempos de crisis económica y, aunque no se crea, nuestro país no es ajeno a ese fenómeno que tiende a agravarse mucho.
Se dice mucho, a nivel del oficialismo, sobre posibles intenciones de inversionistas extranjeros y mucho más sobre intenciones de los capitalistas nacionales que “invertirían hasta 3 mil millones de dólares en la presente gestión”. Lo último es alentador, pero si vivimos realidades habría que preguntar: ¿Con qué perspectivas seguras se cuenta para asegurar una inversión de 3 mil millones de dólares? Además, ¿en qué rubros de la producción se invertiría? Mucho se habla de capital financiero para las inversiones, pero no se toca el aspecto de la tecnología y mucho menos del capital humano que en muchos campos se necesita en el país, por más esfuerzos que hagan las universidades para formar generaciones de técnicos.
Hablar de inversión a nivel del Gobierno, explotando muchas riquezas que posee el Estado, resulta utópico porque experiencias amargas del pasado lejano, y muchas del presente, muestran que las empresas manejadas por los gobiernos nunca han funcionado en Bolivia y, si hubo alguna excepción, fue circunstancial, momentánea, para ejemplo baste citar a Comibol, ENFE, YPFB y un etc. interminable. YPFB podría haber sido una empresa modelo, pero fue para sostenimiento de gobiernos y para “tener seguro el pan del día” y no hubo mayor preocupación por realizar labores de detección, exploración y llegar, así sea a duras penas, a la etapa de la explotación de hidrocarburos. Lo que actualmente se explota es fruto de lo que se hizo antes de los últimos diez años. Como van los “programas optimistas, pero de simple propaganda electoral”, será difícil pensar que salgamos adelante; entretanto, lo importante es sentir y pensar que sin inversión privada no hay desarrollo.
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