Inéditas alianzas para el referéndum

Muy raras veces en Bolivia los partidos políticos de oposición se han unido para hacer frente a los gobiernos que decían combatir, facilitando en esa forma la victoria de las fuerzas oficialistas, seguras de que les había dado resultado la fórmula maquiavélica de dividir para reinar.

Sin embargo, con motivo del referéndum que se realizará el 21 de febrero próximo se ha observado que en forma espontánea, todos los partidos de oposición han resultado unidos, con o contra su voluntad en torno a la fórmula del NO, lo cual les garantiza un total de votos muy importante y que podría ser abrumador y definir el futuro acontecer político nacional.

Se puede decir que, ¡por fin!, las organizaciones partidarias han depuesto sus ambiciones localistas en pos de un objetivo de carácter nacional. Se decidieron por esa actitud, no obstante diferencias de pequeña monta, en forma obligada y espontánea, ya que no les quedaba posibilidad de actuar en otro sentido. En esa forma, podrían obtener una victoria que posiblemente no esperaban.

Mientras, por un lado, los partidos de oposición se han visto ante la necesidad de votar por la sola fórmula del NO, los partidos oficialistas no han dejado de acudir a la misma medida. En efecto, en torno al partido de gobierno, el MAS, se ha unificado con más fuerza a varios pequeños partidos, o más propiamente fracciones de ellos, que participan abierta o subterráneamente en el Gobierno actual, ocupan ministerios, embajadas, presidencia de entidades públicas y aun simples cargos burocráticos, tal el caso del Partido Comunista, que llegó a entendimientos con saldos del POR, fracciones del grupo maoísta y una serie de pequeñas organizaciones de izquierda que fueron calificadas por la opinión pública como montones de ladrillos rotos.

En esa forma, en conjunto se puede observar que las fuerzas de la oposición se han unido tanto como las oficialistas y el enfrentamiento se está dando únicamente entre dos fuerzas y, por tanto, los resultados serán mucho más claros que en otras elecciones. No se puede dejar de tomar en cuenta el número aparentemente elevado de personas que ven la realidad política con indiferencia, pero que, en todo caso, acudirán a las urnas, fortaleciendo a quien es de su simpatía y sin que en ellas actúe la influencia de la propaganda masiva desplegada especialmente por el partido gobernante.

Se podría agregar otro aspecto a esa notable contienda entre dos gigantes: la oposición y el Gobierno. Ella sería que la ciudadanía en general ya tiene definido su voto desde hace varias elecciones y las campañas propagandísticas no influyen ni más ni menos en su decisión ante las urnas electorales. Por más que se haga millonarios gastos en propaganda, tanto de uno como otro de los participantes, los electores no van a modificar sus apreciaciones políticas. Es más, se podría afirmar que cada día se arraiga más su decisión a favor de una de las fórmulas. Al parecer ese despliegue propagandístico ni siquiera tendría efecto sobre la opinión de los indiferentes que se inclinarán por la corriente más fuerte y votarán a favor de tendencias políticas internacionales así como por las nacionales, todas inclinadas contra la anarquía, la corrupción, el aventurerismo, el populismo, la “izquierda” y otras delicias. En todo caso, solo los hechos tienen la última palabra.