Discriminación en las unidades educativas
Paola Alejandra Arroyo, una joven de menos de 20 años de edad, relató que desde corta edad se dedicó a consumir bebidas alcohólicas, tras la muerte de su madre y la discriminación de sus propios compañeros de la escuela, por ser hija de una vendedora de dulces.
Con la mirada que proyecta esperanza y un hijo que es su razón de vivir, encontramos a Paola, una señorita que participó de los talleres, que proporcionó la institución Save The Children.
Ella relató que hace años, salía a vender dulces con su madre, en un kiosko de la ciudad de La Paz, no obstante jamás pensó que mientras se esforzaba por ganar algunos recursos, junto a su progenitora, algunos compañeros de su escuela se llegarían a mofar de su trabajo sacrificado.
“Antes yo le ayudaba a vender dulces a mi mamá, en el colegio me discriminaban los compañeros, los mismos profesores, además se burlaban, me hacían a un lado y me hacían sentir muy mal y me iba a llorar a un rincón sola”, dijo.
Como es parte de la vida, un día su madre dejó el mundo. Paola, pese a tener a sus hermanos, se sentía sola, entonces su única compañera fueron sus lágrimas.
Prefirió abandonar los estudios, uno por la escasa economía que contaba y otra para evitar la mofa con la que era tratada. Desde entonces se dedicó a beber.
Su vida sufrió un cambio rotundo, sin embargo en una de esas oportunidades conoció un amigo con quien tomó la decisión de hacer algo más productivo en su vida, entonces determinaron comprar una caja para lustrar zapatos. “Ahora me gusta lustrar”, dijo.
Como tantos casos de la vida, Paola tuvo un hijo que en los próximos meses cumplirá un año. No vive con su pareja y tampoco recibe pensiones, además no sabe dónde encontrarlo.
Sin embargo, una tarde de esas conoció a los técnicos de Save The Children, con quienes aprendió muchos temas sociales, además aprendió repostería y ahora trabaja, de acuerdo con los convenios de la institución y otros entes del ejecutivo, en la elaboración de galletas y otras masitas (El trabajo no es todos los días).
Ahora tiene dos ingresos económicos, uno que lo obtiene del lustrado de zapatos y otro de la repostería. Así puede solventar los gastos del alquiler y la comida para ella y su hijo.
“He cambiado mucho, ahora ya no pienso en tomar, ahora sólo quiero luchar por mi hijo”, finalizó.
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