Yuri Mirko Ríos Madariaga
Hay una pesadilla que me atormenta a diario. Comenzó entre días radiantes y aguaceros esporádicos de un inusual diciembre. Calor sofocante, suelo agrietado, aves moribundas y peces asoleados discurren en mi mente.
El lago Poopó, humedal de importancia internacional (sitio ramsar), se esfumó de la meseta andina de la noche a la mañana. Dejó un vacío insustituible. El cambio climático cobró su primera gran víctima en el país.
La vida remanente (si aún subsiste en su antiguo lecho) clama al cielo por generosidad en la última fracción del periodo de lluvias, quizás así renazca el esplendor del otrora lago más extenso de Bolivia (después del Titicaca). Sin embargo, al parecer ya es demasiado tarde, su ocaso está sellado.
En épocas remotas vio llegar de lejanas tierras a los uru muratos, de buen agrado los acogió en su ribera naciente, pero nunca sospechó que algún día los desterraría a la espantosa aculturación. Tanto tiempo compartido no sirvió para nada.
El lago perdido ya no será fuente de inspiración de nuevas leyendas e historias que se narre a las generaciones siguientes, solo resonará su trágico final.
Las tres especies de parinas (flamencos), de las seis que existen en el mundo, buscarán otro regazo, de los pocos que les quedan. Perdieron un espacio fundamental de alimentación y anidación. No danzarán más en sus aguas.
En un futuro no tan lejano (al ritmo actual de depredación) el agua dulce será el recurso natural más codiciado. Tendrá un valor incalculable. Habrá guerras por poseerla y controlarla. El oro guardado en las bóvedas de los bancos, las joyas que ostenta la vanidad o el petróleo que mueve al transporte y la industria, no comprará ni paliará la sed que se avecina. Detrás de toda la parafernalia montada hay una realidad que muchos no ven o no quieren ver: está en vías de extinción.
Desde la lejanía contemplo a la montaña Chacaltaya, grisácea, con solo una pizca blanquecina en su flanco derecho. Hasta el siglo pasado fue considerada la pista de esquí más alta del mundo. Siempre creí que mantendría su encanto, no sucedió así. La insensible mano humana le despojó sus vestidos níveos sin compasión.
Señores, el 2 de febrero se conmemora el “Día Mundial de los Humedales” en homenaje al Convenio Intergubernamental sobre Humedales firmado en 1971 en la ciudad iraní de Ramsar. La conservación de los humedales del mundo y su uso racional en las actividades humanas, es su misión. Cuidemos los últimos reservorios de agua dulce.
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