El TSE sin confianza de la colectividad

Por principio democrático, el Tribunal Supremo Electoral debería ser una institución que inspire confianza y credibilidad a la colectividad nacional porque, debido a una eficiente, honesta, límpida marcha de todos los procesos electorales o de consulta, a cargo del TSE, éstos deberían funcionar perfectamente; pero hay que lamentar que las esperanzas depositadas en el actual tribunal, luego de la renuncia del anterior por serias anomalías que había cometido, van desapareciendo. Y es que se creía que todo proceso de consulta electoral sería perfecto.

El actual Tribunal Supremo Electoral desde que inició actividades -debido a que sus miembros prácticamente han sido designados por el partido de gobierno, aunque mediante nombramiento realizado por la Asamblea Legislativa- no ha merecido confianza ni credibilidad de la colectividad. De manera especial, por el hecho de que sus componentes sean obsecuentes a las disposiciones del Poder Ejecutivo, especialmente los que fungen como responsables de relaciones públicas y del área Informática, despiertan grandes dudas en la ciudadanía.

Muchas son las razones para desconfiar del TSE, especialmente por no haber permitido la realización de una auditoría del Padrón Electoral; que se sepa, hasta ahora el mismo Tribunal solo confía en quien ha llevado a cabo el proceso de inscripción a quienes han cumplido 18 años y a personas que cambiaron de domicilio; pero, en general, todo el Padrón está a cargo del vocal informático que despierta serias dudas sobre idoneidad, transparencia e independencia en el manejo de tan importante sector como es el de Informática.

Contrariamente a lo que creía la ciudadanía que intervendrá en el referéndum del 21 de febrero, hay aspectos de la campaña electoral que no se respeta porque hay apego del TSE a lo que dispongan tanto el Poder Ejecutivo como el Legislativo, cuando deberían mostrar absoluta independencia en sus labores y actuar imparcialmente al juzgar lo que hacen cada una de las partes políticas, sociales o cívicas que intervienen en las campañas. En el diario accionar se ve parcialidades que no corresponden y que desacreditan no sólo al TSE sino al país mismo que, se entiende, vive en un estado democrático, donde las reglas de juego de todo proceso electoral deben ser respetadas.

El referéndum del 21 de febrero nacerá, de hecho, bajo dudas y susceptibilidades de la colectividad porque la no realización de una auditoría del Padrón Electoral es prueba más que suficiente del mal manejo y de la obsecuencia y parcialidad del TSE a favor del oficialismo. Ahora, realizar una auditoría a pocos días del referéndum resultaría tardía, pero queda la sensación de duda e incredibilidad en la ciudadanía que siempre actúa de buena fe, pero es defraudada por quienes deberían inspirar confianza absoluta.