Entre cartas, poemas y cuentos
Un gato y una cigüeña se hicieron amigos.
Como ambos se las daban de creyentes, decidieron retirarse a la soledad de la montaña, a orar. Allí, la cigüeña oraba para que lloviesen víboras: su alimento. El gato oraba por ratones.
Como cuando llovía no llovía más que agua, la cigüeña dijo al gato:
–Hermano querido, así no van a llover ni víboras ni ratones. Pedí vos un día que lluevan víboras y yo pediré otro que llevan ratones. Sólo así, uniendo nuestras preces, Dios podría oírnos y hacer el milagro.
–Bueno, queridísima hermana –respondió el gato–. Empecemos a orar hoy para que lluevan ratones; mañana oraremos para que lluevan víboras.
La cigüeña se molestó terriblemente. Juzgó que era gran egoísmo el del gato eso de proponerle comenzar orando para que lloviesen ratones; pero aceptó.
Y en voz alta comenzó a pedir que lloviesen ratones, aunque de intención pedía que lloviesen víboras.
Al día siguiente, los dos, gato y cigüeña, en voz alta, según lo convenido, pusiéronse a orar para que lloviesen víboras, aunque el gato, en su intención, no pedía víboras sino ratones.
Y así, al llover, siempre siguió lloviendo agua.
De ANTOLOGÍA DE FÁBULAS
de A. Calderón
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