Hay asuntos en el país, aun los de mayor importancia y gravedad, que son manejados con datos imprecisos, erróneos, a veces falsos, como ocurre con el tema marítimo.
Frecuentemente, historiadores, comentaristas e inclusive autoridades que se ocupan del tema marítimo expresan con ligereza que la costa marítima en poder de Chile es de 400 Km y que el territorio usurpado por este país es de 150.000 Km2, datos incorrectos que son repetidos, copiándose unos de otros sin estar evidenciados. La extensión de la costa puede ser más de 400 Km o menos y la extensión igualmente puede variar en mayor o menor superficie, pudiendo ser las diferencias aun sea en pocos kilómetros; pero estos datos deben ser manejados con la mayor exactitud.
Lo mismo ocurre con las islas o islotes no transferidos en el Tratado de 1904, cuyos nombres, extensión y características se desconoce y que fueron mencionados por primera vez en “El Tratado de 1904, la Gran Estafa” (1ª edición Los Amigos del Libro, 2002), en que usamos como fuente la información verbal recibida de don Gastón Velasco.
Cuando la rapacería chilena se apropió del Departamento boliviano de Litoral, ni los gobernantes de Bolivia ni los historiadores ni los intelectuales de la época se ocuparon de determinar qué es lo que Chile nos usurpó, los edificios públicos, escuelas, colegios, oficinas administrativas, juzgados, etc.; ni cuántos bolivianos quedaron bajo los vejámenes de la rotada; simple y llanamente Chile ocupó militarmente Antofagasta el 14 de febrero de 1879, siguiendo Mejillones en los días siguientes, Caracoles el 16 de febrero, Cobija el 21, Tocopilla días después y Calama el 23 de marzo del mismo año, bajo la consigna de que administrarían, como hasta ahora, los intereses de Bolivia y usando el mismo personal administrativo, a lo que “el Subprefecto de Tocopilla, señor Manuel Abasto, contestó: No teniendo más fuerza armada que 5 policías armados de sables, no puedo oponer resistencia alguna contra 4 vapores, dos de ellos blindados, y me limito a protestar enérgicamente, arriando el pabellón boliviano. Ninguno de los funcionarios públicos está dispuesto a continuar en su puesto bajo la tutela chilena” (Guano, Salitre y Sangre, de Roberto Querejazu Calvo).
Peor aún, Bolivia no protestó sobre la ocupación del territorio entre los paralelos 23 y 24 de latitud sur que recién en nuestros libros se ha detallado con vivo énfasis, principalmente en “Nulidad de una apropiación chilena, Territorio entre los paralelos 23 y 24” (Plural 2006). Este solo territorio aumentó con muchos kilómetros tanto la costa arrebatada como el territorio apropiado con tanta infamia. Ejerciendo precariamente la función de Consultor en DIREMAR, en los inicios de su vigencia, inquietamos a su Dirección para pedir al Instituto Geográfico Militar la realización de estas mediciones, aunque desconocemos si se llevó a efecto y si se haría el pedido; pues se trata de un grado geográfico y un extenso territorio desde la costa hasta las cumbres de los Andes, que los que manejan los intereses marítimos no deben ignorar.
Hay más todavía, el suelo comprendido en el arco formado por el río Loa, donde se encuentra parte de la ciudad de Calama, de heroica recordación boliviana, se lo desconoce imperdonablemente, y que con Chuquicamata constituye, nada menos, el sueldo del depredador, desconociendo el tradicional límite que existía entre Tarapacá peruano y la República de Bolivia y contra las claras estipulaciones del Tratado de Ancón firmado entre el Perú y Chile, el 20 de octubre de 1883. Esto es inadmisible.
Vamos más lejos todavía, Chile impávidamente se ha internado por sí y ante sí de inmenso territorio a lo largo de la frontera, caprichosamente demarcada por su fuerza y arbitrio en lo que llaman, cínicamente, “generoso” Tratado de 20 de octubre de 1904. No habrá en la historia de los pueblos, una rapacidad en que se haya consentido semejante desvergüenza que hiere el honor y la dignidad de un pueblo, que no condice con el decoro de esos bolivianos de Tocopilla, los héroes de Calama ni con la intrepidez de los chicheños y tarijeños que protagonizaron la ¡victoria de Canchas Blancas!
Entonces, Bolivia no está defendiendo sus derechos en La Haya como cuadra a un pueblo digno y viril.
Consideramos necesario hacer estas aclaraciones que fueron advertidas en los libros que hemos publicado y que todavía pueden ser tomadas en cuenta.
Bibliografía
El Tratado de 1904, la Gran Estafa. Los Amigos del Libro 2002, Plural 2004, Edic. oficial 2013.
Nulidad de una apropiación chilena, Plural 2006.
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