Punto aparte
Adoptar una decisión sobre el empleo o no de las semillas transgénicas para acrecentar la producción agrícola tiene complicaciones. Primeramente, por la seguridad alimenticia de los seres humanos y, en segundo término, por la necesidad que se tiene en el mundo de proveer de nutrientes sanos y baratos a la creciente población mundial, una de cuyas secuelas es evitar el hambre en pueblos desheredados.
La FAO (Organización Mundial de la Alimentación) ha propuesto que se abra un debate en todos los países en torno a los pros y contras que existan o pudieran existir para incorporar la biotecnología moderna a la producción de alimentos.
En Bolivia, de manera más o menos sólida, existen las dos corrientes. Los productores agrícolas de Santa Cruz han reiterado, últimamente, su postura a favor de los transgénicos. Otra tendencia sostiene que lo más conveniente es mantener la producción orgánica, es decir que sea lo más natural posible, incluso desestimando fertilizantes químicos ordinarios.
Este último criterio aduce que Bolivia debería seguir produciendo alimentos sin el uso de las semillas transgénicas, porque en buena parte de la población mundial existe preferencia por ello, ante la duda que prevalece acerca de los alimentos transgénicos.
En esto concurre también el factor económico. Su consumo está más apreciado y ello garantiza su demanda internacional.
La cuestión tiene también incidencia en la deforestación. Los entendidos en materia ambiental aseguran que la conservación de la naturaleza forestal es primordial para combatir el cambio climático. Le atribuyen a éste los graves efectos de las sequías y las inundaciones, que atentan contra la producción agrícola.
Como podrá advertirse, los hechos son más elocuentes que las palabras que se emitan a favor o en contra de los transgénicos.
De una parte se halla el reto que implica a todos, sea por razones económicas o humanitarias, los requerimientos que plantea el hambre a escala planetaria. De otro lado, se trata de preservar las condiciones actuales para producir alimentos orgánicos, libres de contaminantes extraños a la naturaleza de la tierra, como la mejor forma de cuidar la salud del género humano.
La FAO, en algún sentido, está proporcionando elementos de juicio que tienden a inclinar la balanza a favor de los transgénicos. Dada la elevada autoridad internacional que tiene sobre los alimentos, se supone que tiene la experiencia suficiente para superar la incertidumbre prevaleciente en la opinión pública y, obviamente, entre los expertos.
Pese a esto, llama la atención que proponga el debate general, aunque queda poco tiempo para tomar el pulso del sentimiento general de los pueblos. Está organizando para la segunda quincena de este mes de febrero un seminario internacional, a realizarse en Roma, Italia, donde tendría que arribarse a una conclusión sobre tan delicada temática.
Implícitamente, siendo incluso el organismo más especializado del mundo respecto a los alimentos, quiere decir que no se encuentra totalmente convencida del camino a seguir en la producción de alimentos.
Consiguientemente, habrá que estar a la espera de las conclusiones que pueda extraer del debate mundial que ha planteado.
En el plano nacional, resulta indispensable que igualmente se procure encontrar un consenso, más allá de conveniencias o caprichos. Está en juego el futuro de la producción agrícola.
Empero, al mismo tiempo, las perspectivas del desarrollo económico del país. El cultivo de productos agrícolas de distinta índole es el recurso más propicio que se posee para la industrialización y el mejoramiento social y económico del pueblo boliviano.
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