Muchos recuerdos guardamos de los carnavales de antaño en nuestra ciudad. Nuestros padres fueron expertos en la organización de comparsas que hacían del carnaval paceño una fiesta de lujo y organización.
Entre las comparsas más mentadas de los tiempos de oro recordamos a Los Saca Picas, Los Caballeros de Ultratumba, Los Chicatos, Los Solteros sin Compromiso, Los Fugitivos del Amor, Los Otarios, Los Marineros de Agua Dulce, los famosos Gladiadores, los Piratas ay qué Pena, los Caballeros de la Mesa Redonda, quienes en un carnaval entraron en caballos, ¡causando una verdadera sensación!
Los entusiastas jóvenes de antes era precedidos por una multitud de pepinos en oleadas multicolores, ellos se han caracterizado por representar al personaje tradicional y muy querido del carnaval paceño.
“Chauchita, chauchita, el pepino, el chorizo”, era el grito popular de los gualaychos, quienes los seguían en patota contemplando las monedas que este personaje mostraba en la mano y las cuales arrojaba para que los chicos las busquen en el suelo, momento en el cual el pepino mañudo blandía su arma contundente, un chorizo de media vara embutido de arena y aserrín, que hacia restallar las costillas de los muchachos, al mismo tiempo que ellos gritaban “pepino, chorizo, sin calzón”.
La presentación del pepino es un misterio, no se sabe cuándo nació y ni a quién representa. Muchos historiadores concuerdan en que es el recuerdo del arlequín europeo, sin embargo aquí creemos que es el mozo que quiere hacer de las suyas y por eso se oculta. Lo que sí se sabe a ciencia cierta es que es el dueño y el rey del carnaval. Llegó un día a la ciudad de La Paz con su famoso chorizo, el mismo que después fue reemplazado por una “matasuegra”, nadie sale invicto de sus golpes. El pepino azota a quien le da la gana, ya sea a la señorita coqueta, a sus conocidos y si puede al mismísimo alcalde que preside el jurado de la “Entrada”.
La entrada del domingo de carnaval partía de Koscochaca, hoy plaza Vicenta Juarista Eguino, para ingresar por la Kalancha. A todo lo largo del camino el pueblo les lanzaba serpentinas y mixtura en un enorme despliegue de colorido, por su parte los jóvenes participantes en la “Entrada” siempre llevaban dos bolsas de mixtura y serpentina, que lanzaban a los balcones.
Pasada la “Entrada” y con los ánimos encendidos y la alegría burbujeante, continuaban las comparsas su embriagante festejo carnavalero, visitando a sus madrinas el resto del domingo y los días subsiguientes.
El martes de carnaval, como sigue siendo una costumbre en nuestra ciudad, todo el mundo procede a la “challa” de lo mucho o poco que tiene. Los artesanos “challan” sus talleres, los obreros sus máquinas, los tenderos sus tiendas, las vendedoras de los mercados se dan a la fiesta, todo está cubierto de serpentina y mixtura, acompañado por el festejo con cohetillos, confites e invitación a la “Pachamama” con unas gotas de cerveza y reverencias.
Una de las grandes entradas carnavaleras que se presentó durante nuestra historia fue la del año 1981. El régimen militar de Luis García Meza puso al alcalde Raúl Salmón de la Barra en figurillas, las órdenes eran presentar un gran carnaval a fin de tranquilizar los ánimos furiosos de los bolivianos… Fue así que Raúl Salmón, un hombre apreciado ese año, presentó una entrada de pepinos tan fastuosa en la cual participaron todos, era como si el pueblo se hubiera puesto en perfecta sintonía para colaborar con la Alcaldía, los grupos juveniles, los clubs, los barrios, las agrupaciones dijeron ¡presente!
Muchos hermosos carnavales vivimos, mas como dicen que todo tiempo fue mejor, creo que nuestros abuelos se llevan la flor, pues hicieron gala de ingenio, donaire y prestancia, algo que ahora es desconocido.
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