Resulta contradictorio el optimismo de los sectores oficiales del país, frente a los datos pesimistas que enfrenta de hecho la economía nacional. Efectivamente, mientras los hechos son negativos, las autoridades afirman a diario que continúa la bonanza, el “blindaje” de las finanzas públicas es invulnerable, el crecimiento está “garantizado” y, por tanto, no se debe perder la calma.
Sin embargo, los hechos y las referencias estadísticas acerca de la situación económica nacional permiten concluir –desmintiendo a las autoridades- que no todo es color de rosa y las perspectivas de la realidad del país son, como se dice, “color pulga” o “color hormiga”, según los casos.
Para confirmar la causa de esas preocupaciones, veamos a los datos numéricos que proporcionó la Cámara de Exportadores de Santa Cruz (Cadex). En primer lugar, el bajón de los ingresos por exportaciones bolivianas llegó en casi 4.200 millones de dólares el año pasado, o sea en porcentaje del 32 por ciento, dato que no puede decirse que no es grave. Por si fuera poco, en particular, el volumen de las exportaciones no-tradicionales (sin gas ni minerales) registro el descenso en 11 por ciento, porcentaje que “preocupa sobremanera” al empresariado cruceño así como a cualquier ciudadano con mínimo sentido de observación.
Otro indicador que impacta a opinión es el referido al descenso del crecimiento económico del país, declinación que viene desde hace tres años, es decir antes de que se produzca el colapso de los precios de las materias primas en el mercado mundial. En efecto, en 2013 el crecimiento del país fue del 6.8 por ciento, porcentaje que en 2015 bajó a menos del 5 por ciento, descenso que, en realidad, según organismos internacionales sería del 4 por ciento y podrá seguir cuesta bajo.
La economía boliviana se ha hecho más vulnerable en los últimos diez años y el país depende de las exportaciones de materias primas sin valor agregado en porcentaje nunca antes conocido y que llegan al 80 por ciento o más, mientras la producción interna continúa en retroceso. Según datos más aproximados, alrededor del 85 por ciento de las exportaciones bolivianas son materias primas y, por tanto, somos altamente sensibles a los movimientos de los mercados, situación de la que estaríamos lejos de superar.
Al respecto, en el curso del año pasado se desplomaron los precios de hidrocarburos en 39%; minerales y metales preciosos en 38%; soya y derivados en 30%; arroz, maíz, sorgo, trigo y otros cereales en 32%. También se derrumbaron los precios del azúcar en 25%; girasol 50%; confecciones 50%, entre otros, referencias negativas que nuestros inteligentes economistas oficiales ven como “positivas” y cuando el ministro Luis Arce Catacora asegura que ¡“el modelo económico recién empieza dar frutos”!
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