No hay duda de que la fiesta con mayor apoyo de los medios de información es el Carnaval. Ahora también recibe el apoyo de empresa privada junto al Estado con el lema “Bolivia te espera”. Nos encontramos en plena construcción de la identidad plurinacional a través de la diversidad, que es justamente lo que nos enriquece como país. Entonces hacemos gala de la diversidad cultural desde el occidente hasta el oriente boliviano y a través de la fiesta tratamos de demostrar la bolivianidad. Pero considero importante que por un instante reflexionemos en torno a algunas preguntas, como por ejemplo: ¿Es verdad que el Carnaval debería representar la bolivianidad? ¿Nos sentimos representados como bolivianos por lo que denominamos nuestra expresión cultural mayor? ¿Nos sentimos representados por la danza y la música de la que hacemos gala no solo en la fiesta del Carnaval sino en cualquier fiesta patronal? ¿Esta expresión cultural es realmente positiva y constructiva para el país?
Es evidente que las respuestas serán diversas, dependiendo del contexto y horizonte que cada uno tenga. Pero también se puede emitir un criterio más allá de la apariencia y de todo el apoyo oficial y privado. La fastuosidad de la fiesta nos impide a veces percibir los aspectos problemáticos. Ahora bien, desde la perspectiva de diferentes estudios antropológicos y sociológicos se promueve explicaciones interesantes.
En primer lugar: ¿Será parte de mi identidad la cultura de la ebriedad? No está demás mencionar que en estas fechas cada año las cifras de los actos de violencia se incrementan. Se dan accidentes automovilísticos, feminicidios, violencia familiar y otros actos delincuenciales inducidos por el alcohol. Si describimos las conductas de los humanos en las graderías, palcos y aceras, vemos por igual a mirones y bailarines haciendo uso y abuso del alcohol. Pero nos gusta llamar identidad y cultura a la mezcla de bailarines, bandas y espectadores atiborrados en las graderías entre vómitos de la ebriedad sin cansancio y los olores fétidos que se extienden hasta el nivel más alto. Habría que tomar en cuenta a lo ancho de muchas cuadras las pobres aceras mojadas entre orines y cosas peores. Es lamentable la descripción, pero necesaria y ojo que me refiero específicamente al carnaval de Oruro. Creo que sería ilusorio pensar que en los demás departamentos del país no se encuentra un cuadro similar. Nos gusta encubrir lo nauseabundo.
En segundo lugar: ¿Será parte de mi identidad el derroche y despilfarro? Tampoco está demás mencionar el despilfarro económico de lo que se denomina derroche de alegría. A nombre de la Mamita del Socavón ocurre esto ante la indiferencia de quienes no pueden hacerlo, como por ejemplo los niños, mujeres y hombres que aprovechan para hacer unos pesos para sobrevivir. Entonces, pregunto a los cientistas sociales dónde queda la explicación de estos fenómenos que son tapados con las teorías de la reciprocidad y los cambios cíclicos. Me pregunto si las provincias y el campo no se inundan de alcohol y desigualdades. No me atrevo a responder, pero en el ámbito urbano tengo la certeza de estas descripciones en la realidad. Nos gusta disimular nuestras carencias con la fastuosidad de la fiesta. Así ocultamos la cara de la desigualdad.
En tercer lugar: ¿Será parte de mi identidad el cultivo del ego individualista? Mientras los sociólogos se desviven construyendo explicaciones acerca de la fiesta a través de los horizontes históricos y las prácticas culturales, los espacios sociales, apropiaciones y alternancias, ritualidad y espacio festivo, construcción de referentes, fiestas patronales en Bolivia, narrativa e imaginarios y un largo etcétera. Me atrevo a describir que la fiesta por las calles urbanas se reduce al cultivo del ego a través del lucimiento corporal y como espacio de relaciones interpersonales banales y superficiales dirigidas a satisfacciones individuales. Sin embargo, preferimos hablar del tiempo cíclico de la reciprocidad.
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