Jorge Roberto Márquez Meruvia
En América Latina desde principios del Siglo XXI se fue incorporando en el discurso político a los movimientos sociales. Gobiernos como los de Venezuela, Ecuador, Argentina, Perú, Brasil y Bolivia han tenido la capacidad de apoyarse en estos movimientos. Hablar de estos comportamientos colectivos es el pan de cada día en gran parte del cono sur americano; es altamente necesario hacer un repaso teórico, para que de esa manera la ciudadanía o, en el mejor de los casos, algunos curiosos lleguen a conocer qué es lo que estos movimientos representan.
Sobre los movimientos sociales hasta hoy no existe una teoría omnicomprensiva y satisfactoria acerca de esta problemática. Sin embargo, podemos hacer un bosquejo, en el cual encontraremos dos vetas de reflexión de los pensadores clásicos. Por un lado tenemos a Ortega y Gasset, Tarde y Le Bon quienes se preocupan de sobremanera por la incursión de las masas dentro del escenario político y observan en el comportamiento de la multitud (comportamiento colectivo), una nefasta manifestación de irracionalidad, existiendo así una devastación del orden existente. Por otro lado tenemos a Marx, Weber y Durkheim; aunque con implicaciones distintas, veían en los movimientos colectivos una modalidad de acción social que va desde formas de solidaridad más complejas, la transición del tradicionalismo hacia lo legal-burocrático o la explosión revolucionaria, respectivamente.
En todos los autores mencionados se encuentran presentes algunos motivos comunes en el análisis de los comportamientos colectivos y de los movimientos sociales: acentúan en la existencia de tensión dentro la sociedad, la individuación de un cambio, la observación del paso de un estadio de integración a otro mediante transformaciones, sean como fuere inducidas por los comportamientos sociales.
Si quisiéramos proceder a una definición, que no vaya a prejuzgar el análisis ni sepulte a las diversas interpretaciones, diremos que comportamientos sociales y movimientos sociales componen intentos fundados bajo un conjunto de valores compartidos para redefinir las formas de la acción social e influir en sus consecuencias. Para sintetizar esta idea de los movimientos sociales, es Neil Smelser quien lo hace brillantemente: “los episodios del comportamiento colectivo constituyen con frecuencia un primer estadio de cambio social, manifestándose cuando se presentan condiciones de tensión, pero antes de que los medios sociales hayan sido movilizados por un ataque específico y posiblemente eficaz a las fuentes de tensión. Ésta es una razón para definir el comportamiento colectivo como no institucionalizado, lo cual se verifica cuando la acción social estructural está bajo tensión y cuando los medios institucionalizados con el fin de dominar la tensión son inadecuados [...] El control social bloquea los intentos precipitados de los episodios colectivos para llegar a rápidos resultados; si el control social es efectivo, además, ello canaliza las energías de los estallidos colectivos hacia tipos más modestos de comportamiento”.
Entre las alternativas teóricas más sobresalientes tenemos a Alain Touraine, quien afirma que “los movimientos sociales pertenecen a los procesos a cuyo través una sociedad produce su organización a partir de su sistema de acción histórico, pasando por los conflictos de clase y la transición política”.
Ya sea de uno u otro modo, cada una de las teorías presentadas tiene la capacidad de proporcionar elementos útiles a la individuación de los actores, a la clasificación de los movimientos sociales y a la valoración del cambio social. Sintetizan en parte los resultados de numerosas investigaciones empíricas y en parte sugieren nuevas perspectivas de investigación.
El autor es politólogo.
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