• A pesar de ser un trabajo artesanal de varios días e incluso meses, en el país se tiene a personas que trabajan por conservar intacto el arte en todo tipo de obras
El pasado 27 de enero se celebró el día del “Orgullo Restaurador”, en conmemoración al nacimiento, en París, de Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc, arqueólogo y escritor francés, famoso por sus “restauraciones” interpretativas de edificios medievales. En Bolivia, son muy pocos los restauradores, empero no es una limitación, pues en los últimos años Bolivia está a la vanguardia de la restauración en el mundo.
INMORTALIZAR EL ARTE
Bajo un ritmo adecuado, para algunos demasiado lento, con movimientos exactos, los restauradores dan un ligero repaso sobre las obras que deben ser inmortalizadas, para que el tiempo no acabe con ellas. “Tenemos la habilidad de controlar el tiempo”, dice, poéticamente, Tatiana Suárez, una joven restauradora que trabaja un lienzo de Ilabaya, en el taller instalado en el Ministerio de Culturas y Turismo
El trabajo es de todos los días, para lo que los restauradores cubren sus rostros con barbijos, para evitar que el polvo, que puede ser de centenares de años, junto con otros residuos inimaginables, afecten sus pulmones. Vestidos con su uniforme de trabajo, unos mandiles blancos que ocasionalmente son su coraza, a fin de que no se les impregnen en la ropa bacterias, hongos, pintura, elementos químicos. Tales son los riesgos a los que se exponen los restauradores.
El taller tiene una temperatura moderada, fundamental para la conservación. La mesa en la que trabajan mide, aproximadamente, unos 20 metros por unos diez de ancho, este gran equipo trabaja encima de la misma, en jornadas laborales que para la gente común puede ser interminable, pero para ellos y ellas el “tiempo no les alcanza”.
La tarea tiene su comienzo con la documentación gráfica, bibliográfica, visual; se cataloga la obra, se calcula la cantidad de material a ser utilizado y se procede con la restauración, que tiene sus tiempos variables y propios. “La posibilidad de ver cómo trabajo el artista su obra, en su época, con su propia técnica, el afán que se dedica es salvaguardar esa inspiración, eso nos da vida a nosotros también”, declaró a EL DIARIO la restauradora.
Para Tatiana, la restauración no pretende que nuestra sociedad viva en el pasado, sino más bien se busca que “se conserve lo mejor del pasado para que podamos seguir construyendo un mejor futuro”.
A LA VANGUARDIA DE LA RESTAURACIÓN
Roberto Montero, de profesión restaurador, empezó sus primeros trabajos en la época de los 80, entre sus centenares de restauraciones están el frontis de la iglesia de San Francisco, la imagen del señor del Jesús del Gran Poder, la Virgen del Socavón, los Chullpares del río Lauca, el señor del Santo Sepulcro, Torre de la Compañía (Potosí), entre otras.
Este profesional de alto nivel considera que en Bolivia se está a la vanguardia en la aplicación de varias técnicas de restauración.
“Bolivia ha avanzado, estamos a la vanguardia, por ejemplo, en Europa recién están trabajando lienzos aún más grandes, cuando nosotros ya habíamos avanzado antes con estos temas”, explicó.
Montero considera que falta la profesionalización de nuevos baluartes en el campo de la restauración. “Nos hace falta escuelas, universidades que se dediquen a la enseñanza de esta carrera, tenemos que ir construyendo ese sueño de muchos jóvenes y señoritas que quieren ser parte de este mundo fascinante”, concluyó expresando.
PADRE DE LA RESTAURACIÓN
Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc, el Padre de la Restauración.
En XVIII Congreso Internacional de Conservación y Restauración de Bienes Culturales celebrado en Granada los días 9, 10 y 11 de noviembre de 2011, se trataron diversos temas, entre ellos, se decidió institucionalizar el día del restaurador el 27 de enero, conmemorando el nacimiento de Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc.
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