• El frenesí del Carnaval de Río de Janeiro se tradujo en la entrega del cuerpo y alma de las y los danzantes que desfilaron por 720 metros en el sambódromo de esa ciudad
Río de Janeiro, (EFE).- Las escuelas de samba de Río de Janeiro aceleraron ayer el ritmo ya de por sí frenético del carnaval de Brasil, un país que desde el pasado viernes se entrega en cuerpo y alma a esta fiesta.
Los músicos y los bailarines fastuosamente disfrazados, las reinas del carnaval y las llamativas carrozas desfilaron por 720 metros de sambódromo en una nueva exhibición del que es considerado como el mayor espectáculo del mundo al aire libre.
Las escuelas de samba Beija-Flor de Nilópolis y Unidos da Tijuca, que reúnen el mayor número de galardones de la última década, volvieron a hacer alarde de su majestuosidad y derrocharon poderío durante su aparición.
También pasaron por el coliseo de la samba el grupo Viradouro, que rindió tributo a las raíces africanas de Brasil, y União da Ilha, que abordó la próxima celebración de los Juegos Olímpicos de Río.
El grupo Grande Río ensalzó la figura del “rey” Pelé, mientras que Mocidade rescató de la historia la locura de Don Quijote de la Mancha y la hizo protagonista del carnaval.
El frenesí despertado por las escuelas se alargó hasta el alba, cuando despertaron los “blocos”, las comparsas callejeras que arrastran a miles de personas a ritmo de “marchinhas”, las alegres canciones típicas del carnaval carioca que los brasileños se saben de memoria.
Entre tantas sinfonías nacionales se colaron letras con acento extranjero, como las que ayer entonó el grupo Sargento Pimenta, una banda que reinterpreta los temas clásicos de los Beatles con ritmos brasileños, como la samba o el axé.
Como viene siendo habitual en los últimos años, el Sargento Pimenta congregó a más de 100.000 personas en el parque Aterro do Flamengo, a orillas de la bahía de Guanabara, que, bajo un sol castigador, entonaron las letras de la banda inglesa ataviados con todo tipo de disfraces.
Los “blocos” ocuparon cada esquina de la capital carioca, seguidos por un séquito de juerguistas que desde primera hora comenzaron la parranda y resistieron el cansancio de los días anteriores.
La alegría, el sudor y la samba también dictaron el carnaval en Recife y Olinda, ciudades del estado de Pernambuco, una región en el noreste de Brasil que este año ha tenido que compaginar la fiesta con los cuidados para evitar la propagación del virus del zika.
Olinda soltó sus tradicionales muñecos gigantes, que congregaron a decenas de miles de personas por la mañana en las calles estrechas, empinadas y empedradas de esta ciudad de arquitectura colonial.
Los muñecos gigantes, cargados a hombros por bailarines, representaban a cantantes y famosos, entre ellos el fallecido David Bowie, al que Sao Paulo le regalará mañana un nuevo homenaje en forma de “bloco”.
Más allá de la fiesta callejera, la noche dará paso a las otras seis “escolas” del Grupo Especial, la primera división de Río de Janeiro, que desplegarán el laborioso trabajo realizado durante todo el año. (EFE)
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