Una de las peores lacras de la humanidad que va calando las fibras más profundas de las sociedades es la corrupción. Ya en la era antigua se daba en Egipto, en el Imperio Romano, en Grecia y otros, donde se practicaba tráfico de influencias, extorsión, soborno, coima, etc. En la era cristiana, el hecho bíblicamente conocido es que Jesús fue entregado a los romanos por unas cuantas monedas; y así ha venido sucediendo en todas las épocas hasta nuestros días, como es el caso de los 10 líderes políticos más corruptos del mundo de este siglo. Este mal es tan antiguo como la misma humanidad y es inherente al mismo hombre; no tiene color político, raza, género ni religión.
En Bolivia, corrupción, extorsión y soborno son hechos institucionalizados desde siempre; en todas las épocas y gobiernos han venido sucediendo y, se puede decir, tienen carta de ciudadanía. También por ese mismo hecho, Bolivia perdió el mar. La frase reza: “donde se aprieta, salta el pus”.
Actualmente nuestro país está confrontando el caso Fondioc, donde hubo proyectos y obras fantasmas que significaron el escándalo más emblemático de la historia contemporánea boliviana. Este Fondo solo sirvió para enriquecer a algunos dirigentes indígenas privilegiados, porque a la gran mayoría de ellos nada les ha llegado, siguen, como antes, tendiendo la mano en las calles de las grandes ciudades. Con esto, también el pueblo boliviano fue víctima de la mayor estafa de lo que va el siglo y que viene a significar la vergüenza de los bolivianos, por sus características; sin embargo, en algún momento se dijo que la clase indígena representaba “la reserva moral de la sociedad boliviana”, bajo la trilogía: “ama sua, ama quella y ama llulla,”, frase acuñada en el incanato e irónicamente registrada, por Bolivia, ante la ONU.
La justicia boliviana es otra de las instituciones que se halla envuelta en uno de los peores casos de corrupción, con jueces y fiscales encarcelados por este hecho; y la administración de la Justicia viene a coadyuvar a todas las formas de corrupción que viene ocurriendo en el país. Se dice que: “la justicia es para quien tiene plata”. Y, los medios de comunicación, permanentemente, ponen en conocimiento la corrupción que existe en otras instituciones del Estado boliviano, como son la policía, ministerios, FFAA, Yacimientos, salud, aduana, deportes, organizaciones sociales, etc., que dañan profundamente su imagen e institucionalidad, seguramente con algunas honrosas excepciones.
En el Ranking mundial, Bolivia ocupa el lugar 103 entre 175 países observados. En Latinoamérica, después de Venezuela y Ecuador, es el tercer país con más alta corrupción de la región.
Aquí tiene mucho que ver la educación del ciudadano boliviano, la formación en valores: la moral y la ética que se deben dar desde las escuelas. Todo ello pone en cuestionamiento a la educación boliviana por sus falencias. El rol principal de nuestras escuelas debería ser la formación en valores morales y ética de los niños y jóvenes desde muy temprana edad. La educación es el instrumento fundamental para formar a los individuos; por lo tanto, el Estado boliviano, como uno de sus principios fundamentales y políticas, debe implementar la “Educación moral y ética”, en el currículo escolar.
La Ley Avelino Siñani-Elizardo Perez, 70/10, en sus fines y objetivos señala la formación en valores, pero en el currículo correspondiente solo se concreta en la formación: en religiosidad y espiritualidad, y no se contempla la materia de Educación moral y ética para la formación en valores de los ciudadanos bolivianos. ¡El progreso de un país llega hasta donde llega su educación!
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