[Alberto Zuazo]

Punto aparte

Monumentos en La Paz


La ciudad de La Paz es una de las más desprolijas en cuanto se refiere a instalar monumentos que honren la memoria de pro hombres y dignísimas mujeres que han hecho historia en Bolivia.

Este es el mejor homenaje que se les puede rendir, guardarlos en la memoria de todas las generaciones.

Cuando una sociedad no sabe reconocer y honrar la memoria de sus hijos que sobresalen en todos los campos del quehacer humano, no siempre en guerras, es lo menos que puede hacerse. Rendirles el homenaje postrer que merecen es dignificarse uno mismo.

En La Paz es inconcebible que hasta hoy no se tenga un monumento a José Ballivián, cuya talento militar y el insigne despliegue de su condición de guerrero, que puso en evidencia para vencer en la batalla de Ingavi, ha deparado a los bolivianos la patria independiente y soberana que hoy tienen.

Se dice que la Municipalidad tiene una dependencia dedicada específicamente a monumentos, pero no trasciende la obra que cumple. Hace como unos dos a tres años se anunció que se le levantaría un monumento al gran héroe patrio, pero hasta hoy la idea permanece en el sopor de los sueños.

De otra parte, es también incomprensible que no se tenga en La Paz un monumento al tres veces ex presidente Víctor Paz Estenssoro. Por su obra de gobernante se tiene el país del que hoy se usufructúa su legado. Puede ser que en esto prevalezca la ceguera política, pero si los bolivianos profundizaran sus conocimientos en la historia nacional, otra podría su actitud, en este caso, de rendir tributo a un estadista de la talla de Paz Estenssoro.

A su visión se debe hoy el notable desarrollo que tiene Santa Cruz, convertida en los hechos en el vergel que provee casi el 70 por ciento de los alimentos que se consume en todo el territorio. Y no sólo eso, sino que también es el departamento que ocupa el tercer lugar en las exportaciones, después del gas natural y la minería.

Pero Santa Cruz puede dar mucho más, lamentablemente no se le presta hasta la atención que merece. Y cuando algo se realiza en su territorio, no se toma todas las previsiones del caso.

El yacimiento de hierro del Mutún, que puede dar paso a la siderurgia, no se supo administrarlo bien. Hoy mismo, existe esta carencia.

En cuanto a los monumentos, se tiene unos cuantos muy justificadamente, pero son pocos, en la proporción que podría ser. Pero, además, no todos son los que podrían ser erguidos, a manera de hacer que los paceños, cuando pasan delante de ellos, recuerden la obra que dejaron quienes son merecedores de tenerlos siempre presentes en la memoria colectiva.

Por otra parte, La Paz tiene monumentos de héroes y personalidades de países hermanos, aunque la ubicación preferente que se les confiere implica un despropósito. Está muy bien que los tengamos, por el sentimiento de hermandad que tiene que prevalecer siempre entre los países de la región, aunque sin que ello implique postergar a nuestras figuras señeras.

La ciudad tiene plazas y parques que pueden ser los sitios más propicios para esos monumentos. Pues, los espacios más destacados que tiene esta urbe tienen que estar destinados a los héroes y personalidades civiles que en su paso por la historia patria dejaron honda huella.

Si bien en otro tiempo se los situó en ubicaciones centrales, no tendría que resentir a ningún país hermano que, al presente, el municipio local proceda a trasladarlos también a buenos espacios, pero los principales tienen que estar dedicados a los nuestros.

Esto mismo hacen otros países, rendir primero homenaje a los suyos y después a los de otras latitudes. Acerca de ello, sin que implique ofensa alguna, en otras partes no hay sitios en los que se guarde memoria a los hijos de esta tierra boliviana.

Para concluir, corresponde, asimismo, deplorar profundamente que se tenga en el centro de la ciudad, en la plaza del Obelisco, un monumento a la derrota. No puede hacerse alarde de que un combatiente boliviano hubiera caído muerto. En lugar alguno del mundo se incurre en semejante absurdo y estupidez.

Los monumentos, por principio elemental, están hechos para poner de relieve las victorias o los homenajes a las mujeres y hombres que se han distinguido en su historia, no para guardar tributo a la derrota.

Además, sucede que los bolivianos tienen una debilidad emocional bastante marcada, lo cual puede ser comprensible, porque les queda todavía un buen trecho para alcanzar el desarrollo socioeconómico que merecen. Esto incide en que tengan mayor propensión al sentimiento de subestimarse, de imaginarse que otros son mejores que ellos.

Empero, en esto incurren en grave error, todos los seres humanos, desde el momento que son tales, tienen que valorarse y tener orgullo de existir. La vida es un privilegio que concede Dios y hay que saberla gozar y mantener en alto, a pesar de las vicisitudes materiales que pueda confrontarse, individual y socialmente.

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