Las diferencias entre Chile y Bolivia se ahondan cada día, ya que el país vecino ni en sueños piensa atender nuestra demanda marítima y esta actitud la mantiene desde hace más de un siglo, sencillamente porque la conquista del Litoral boliviano la hizo por la fuerza de las armas en 1879. De acuerdo con esta doctrina belicista, esgrimida entonces por el plenipotenciario chileno Abraham Koening, la victoria es la ley suprema de las naciones. Repetidas veces, Bolivia ha intentado recuperar su Litoral mediante negociaciones diplomáticas, pero siempre con el lenguaje del vencido, lo que hasta el momento no ha dado buen resultado.
En una última tentativa Bolivia apeló a la Corte Internacional de Justicia de La Haya, que recibió los alegatos y fundamentaciones, dejándolos en consideración para una segunda estancia. En esta situación el tribunal internacional, en un tiempo prudente, espera la fase de pruebas y descargos para considerar si es o no de justicia el pedido boliviano. Demandas y contrademandas seguirán su trámite a través de los años y, finalmente, en caso de conseguirse avance diplomático a favor de Bolivia, se podría obligar al agresor, Chile, a considerar en una mesa de negociaciones la otorgación de una salida al Pacífico para Bolivia, según los términos de un acuerdo.
La resolución del problema marítimo demandará mucho tiempo, ya que Chile por su lado y el tribunal internacional según las reglas del juego diplomático, toman su tiempo. Mientras tanto, enfrascados en este conflicto, la Cancillería y el Gobierno han echado al olvido el paso de las aguas del Silala a territorio chileno, sin que alguien haga algo para definir el uso de estas aguas, cuyo cauce fue desviado hace muchos años por Chile, para utilizarlas en su territorio en agricultura y minas de cobre, todo con carácter gratuito. Es decir que Bolivia sigue regalando agua tan vital para todos.
La ciudadanía pregunta por qué no se piensa en las necesidades vitales del país. Para los chilenos es lo mejor que Bolivia no reclame, pues así recibe agua sin pagar. La opinión pública pregunta cuándo el Gobierno va a sentar soberanía sobre esas aguas y por qué no se pronuncia Potosí, que debería ser el más interesado en definir el uso de estas aguas, porque es inaudito regalar la riqueza acuífera del país. Es censurable la posición de las Fuerzas Armadas, que parecerían ignorar semejante problema. La Escuela de Altos Estudios Militares debería orientar para hallar dar solución a dicho problema. Es lamentable esta posición de la institución armada. Los bolivianos esperamos la solución pacífica del diferendo por las aguas del Silala.
El autor es Profesor Emérito y ex Decano de Odontología UMSA.
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